El nombre de Cayo Borracho se remonta, según la leyenda, al siglo XVII. Cuentan que el Olonés atacó dos veces a San Juan de los Remedios, en 1667 y nueve años después en 1676.
Y en este último ataque y porque los remedianos no quisieron pagarle el rescate que pedía, saqueó hasta los ornamentos de la Iglesia. Todo ese tesoro en monedas de oro y otras joyas, lo fue a esconder en la cayería de Cayo Barién. Se cuenta que lo hizo en un islote llamado hoy Cayo Ratones y que es un simple promontorio cercano a la costa, pero que entonces tenía una espaciosa cueva para guardar las riquezas.
Dicen también que el Olonés, desconfiado como debía ser un capitán pirata, llevó a su contramaestre, solo a él, para guardar las riquezas. Que luego de depositadas y usando un rápido patache, se encaminaron los dos en busca del resto de las naves, entonces el Olonés emborrachó al contramaestre y lo dejó inconsciente en un promontorio abandonado, donde murió de sed y hambre, o quizás ahogado y comido por los tiburones, tratando de llegar a tierra firme.
Desde entonces se le llama Cayo Borracho al promontorio, cercano a Cayo Francés, en recuerdo de aquel infeliz contramaestre dejado en manos de la muerte para ocultar el lugar del enterramiento del tesoro.
Años después, mientras un pescador de esponjas miraba el fondo del mar, encontró una laja de piedra en la que estaba dibujado un mapa, a su vez protegido por una capa de esperma para evitar su deterioro. Se cuenta que el hombre enseguida comprendió que era el mapa de un tesoro pirata. Llegó a puerto, buscó a sus dos hermanos, y navegaron hacia Cayo Ratones guiándose por la laja.
En el lugar encontraron todas las marcas y las siguieron, pero al final, la gran cueva se había derrumbado con el tiempo y la resaca de las olas y todo estaba hundido en las profundidades del mar. Solo encontraron una cuchara de plata, unos botines de bronce y un alfanje corto de origen árabe. Y allí está el mapa y el tesoro, esperando por una investigación submarina que permita encontrarlo y sacarlo.