Muchas personas luego de pasar por el altar para rezar y cumplir sus promesas o dejar sus ofrendas, se llegan a un pequeño parque que se encuentra en el fondo del Santuario de San Lázaro, donde existe una pequeña gruta que converge con el lateral derecho del hospital.
Sobre la misma se erige una estatua de Jesucristo y de su centro brota agua subterránea, de pozo, que muchos consideran milagrosa. Los creyentes, antes de retirarse del lugar, van a recogerla en vasijas, lavarse manos y pies e incluso darse baños con el torso desnudo, en medio de plegarias.
Antiguamente el agua salía por los cuatro costados como un manantial, cayendo en un diminuto foso por el cual corría alrededor del muro que rodea la fuente.
En el centro de la gruta una imagen de mujer, que el limo del agua ha cubierto de verde, parece observar con rostro angelical y misericordioso a todos los que la visitan en su pequeña morada.
La efigie simboliza a la virgen de Lourdes, santa milagrosa proveniente de la localidad francesa de igual nombre, famosa porque todos los años acuden al lugar donde se venera miles de creyentes en busca de milagros curativos.
Esta reproducción fue construida en 1950, porque en muchos templos cubanos se generalizó esta advocación mariana, gracias a la gran repercusión que tuvo cuando apareció en una gruta de Lourdes y fue hallada por una joven campesina.
Junto a la gruta se colocó, en los años noventa una imagen donada por un creyente del Lázaro de la parábola (de los perros y las muletas), durante los días 16 y 17 de diciembre de cada año, costumbre que aún se mantiene. De este modo se descongestiona el templo de fieles en los días de peregrinación, quienes prefieren desplazarse al exterior del templo para entregar los exvotos ofrecidos al santo.
Posteriormente, en febrero de 1996, y bajo la rectoría del presbítero Gabriel Torres, se le retiraron los perros a esta imagen, que permanece en la sacristía durante el resto del año.
El agua de la fuente del Santuario de San Lázaro es de pozo. Se utiliza en el hospital, porque es muy buena, pero la usan también los vecinos de una barriada cercana al lugar, ya que esa zona es rica en aguas de ese tipo y es bastante fluvial. Incluso no es agua reciclada.
Con el decursar del tiempo los devotos le fueron dando un valor prodigioso; mucha gente iba a recogerla y luego la llevaban a bendecir a la iglesia, pero otros la utilizaban allí mismo: se daban baños o se la tomaban y es a partir de ahí que comienzan a surgir una serie de elementos que no solamente son de culto popular sino también de sincretismo.
Diversas personas que refirieron padecer durante años del hígado, que se atendieron de muchas formas y que ninguna les dio resultado, desde que empezaron a tomar de esta agua confiesan haberse curado.
A pesar de que mucha gente considera “milagros” muchos de los fenómenos que en ellos se han constatado, la Iglesia no los acepta como tal.