El Peso Cubano Convertible (CUC) fue considerado como la moneda fuerte de Cuba por casi dos décadas, la única forma de pago válida para operar en la red comercial de tiendas, hoteles, restaurantes, taxis y demás servicios estatales determinados, dictaminado así en la Resolución No. 80 del Banco Central de Cuba (BCC), publicada de forma sorpresiva por la prensa oficialista el día 26 de octubre de 2004.
El mismo Fidel Castro se vio obligado a presentarse en la Mesa Redonda Informativa pocos días después de la entrada en vigor de esta legislación para explicar la decisión de apurar la implantación de la medida, la que se hizo efectiva el 8 de noviembre, sin siquiera haber sido publicada en la Gaceta Oficial de la República de Cuba.
Luego de tanto apoyo, importancia y preferencia, el CUC ha sido declarado “moneda non grata” por el propio organismo que lo implantó. Nadie lo acepta, ni el sector privado ni el estatal, y pronto desaparecerá por completo; todas las entidades del país obviarán que el CUC algún día existió, y se olvidará así el absurdo financiero que constituyó desde un principio.
Hay aún cubanos que no acaban de aceptar que el Banco Nacional no está cumpliendo con las promesas hechas en 2004 de garantizar íntegramente el valor del CUC en valores internacionales de libre convertibilidad.
Los dólares que el Banco guardaba como respaldo se esfumaron, aunque se haya insistido en que esas reservas nunca se tocarían.
Lo que hoy conocemos como una gigantesca estafa por parte del Gobierno cubano en aquel momento eran mensajes de calma y de confianza en esa estrategia económica hacia un pueblo que temía demasiado por sus intereses.
Esto no deja más que evidencias de que, en efecto, se debe desconfiar de las promesas de “bienestar” y cambios a mejor que traerán las nuevas reformas económicas generales.
En una Mesa Redonda Informativa, con fecha del 16 de noviembre de 2004, Fidel Castro indicó que que la divisa convertible en la que se convirtió la moneda cubana “va a ser crecientemente aceptada en el mercado internacional”, algo que nunca llegó a suceder. Aseguró, entonces, que el Gobierno garantizaría “una divisa internacional aceptada y de valor permanente (…)”.
Afianzó, además, el buen negocio que harían los ciudadanos cubanos al realizar las transacciones a peso cubano convertible (CUC) “tiene la garantía total y segura de que la Revolución cumplirá sus compromisos”.
En fin, de las más de 200 toneladas de billetes puestos en circulación tan solo en 2004, hoy solo queda la nostalgia.