El Club Náutico de Marianao o simplemente El Náutico, como popularmente se conoce la instalación, fue uno de los clubes playeros destinados a la clase media que más popularidad alcanzó en La Habana y, sin dudas el mejor equipado para el esparcimiento de sus asociados, entre los de su tipo.
Situado justo al final de la calle 152, junto al balneario popular de La Concha, se fundó en 1933, gracias a la iniciativa de Carlos Fernández Campos, quien fuera su presidente hasta la intervención del club. Este hombre de negocios, que también presidió el Jockey Club, tuvo la perspicacia de reconocer el potencial atractivo que los deportes náuticos representaban para aquellos cubanos de ingresos medios que no eran aceptados o no podían costear las cuotas de los clubes más aristocráticos de la burguesía cubana.
Por esa razón se dio a la tarea de construir un club, que sin la pompa y el lujo del Habana Yacht Club o el Miramar Yacht Club, contase con instalaciones sino a su altura, al menos si competitivas y el resultado no pudo ser mejor: el Náutico de Marianao.
El club, que comenzó siendo una “guardarropería playera”, donde por una modesta cuota se obtenía el derecho a una taquilla y el pase a la playa artificial, se convirtió con el paso de los años en una instalación polideportiva, donde sus asociados podían practicar béisbol, squash, tenis, hand ball, fútbol, vela, canoa y remo.
La Junta Directiva construyó, además, para el disfrute de los socios un espléndido edificio de estilo moderno, que aún se conserva y que es de los mejores que se edificó en este tipo de clubes. Dentro del mismo existían, junto a las imprescindibles taquillas, salones de fiesta y baile, cafetería, restaurante, bar, peluquería, lavandería y una amplia terraza techada que corría a lo largo del frente de la playa artificial.
Aunque en la década de 1950 el Club contaba con más de 5 000 socios, la selección de los mismos se realizaba de forma cuidadosa y la Junta Directiva era la que decidía si podían finalmente entrar a la masa de asociados. Una vez aceptado, el nuevo socio debía liquidar la cuota de ingreso y a partir de ese momento la cantidad de $52.00 pesos anuales.
Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959 el Club fue expropiado por el nuevo gobierno de la Isla que lo convirtió en el Círculo Social Obrero Félix Elmuza.
Como todas las instalaciones de su tipo, a lo largo de casi seis décadas ha acumulado un gran deterioro y muchas de las atracciones y servicios que prestaba a sus socios se han perdido. Sin embargo, en comparación con otras que están casi a punto de derrumbarse, es la que, al menos estructuralmente, conserva algo de su antiguo esplendor.