Cuba vive una verdadera crisis demográfica debido al envejecimiento acelerado de su población, la bajísima tasa de natalidad y el éxodo de su población joven más allá de sus fronteras ante la agonía económica que padece el país. De no encontrarse soluciones se prevé que para fecha tan cercana como el 2050 la Isla habrá perdido aproximadamente un millón de habitantes, la Isla se quedará vacía.
A Indira saber que estaba embarazada no le provocó mucha alegría. Ni ella ni su novio querían un hijo en ese momento pero decidieron tenerlo.
Desde entonces todas las preocupaciones de su vida se convirtieron en una sola: “hacer dinero”, porque los bebés en Cuba son extremadamente caros. Sólo para adquirir la cuna no alcanzaba el salario del mes de la futura mamá.
Por eso se hizo el compromiso de someterse ella misma a privaciones y no tocar la divisa que mes tras mes recibió como estimulación en su centro de trabajo (de 15.00 a 25.00 CUC), ni los 5000.00 pesos (200.00 CUC) que le habían tocado tras la venta de la moto que había pertenecido a su padre.
Su novio, mientras, se convirtió en dulcero improvisado para poder aumentar los ingresos de la pareja y poder arreglar el minúsculo cuarto en el que vivían en el cuarto de los padres de Indira.
Todo sin abandonar su empleo estatal como ingeniero en una fábrica de tuberías plásticas.
“De esa forma hemos ido saliendo ‘alante’. Y con la ayuda de nuestros padres, de mis hermanos y de algunas amistades. El día que nazca Diego, tendremos a unas cuantas personas para agradecerle”, afirma Indira.
Su historia es común a una enorme cantidad de parejas jóvenes que ven la llegada de un hijo como un compromiso muy difícil de asumir en medio de la crisis económica crónica que padece el país.
Para los que viven ajenos al día a día de la mayor de las Antillas resulta muy difícil de entender que un país pueda garantizarle pruebas médicas del primer mundo a las gestantes pero no un pomo de compota una vez que nace el bebé. Sin embargo, es así.
Y el socialismo “próspero y sostenible” que el Gobierno de Cuba pregona desde los micrófonos no se avizora por ninguna parte.
“Del grupo de 14 que nos graduamos juntos en la universidad hace nueve años, ya se fueron ocho y de los que quedamos aquí, solo dos tenemos hijos”, expresa Rasiel, un ingeniero civil que reside en Ciego de Ávila, “casi todo el que sigue en la isla lo hace bajo tres condiciones: o tiene un superingreso que le permite vivir bien, o tiene a alguien afuera que lo mantiene, o está ‘comiéndose un cable”.
“A casi nadie la cuenta le da”, afirma. “Cuando se contrastan ingresos y gastos fijos, uno choca con el hecho de que tiene que inventar, buscarse otras entradas. Y no se trata de lujos, sino de que un par de zapatos equivale a casi dos meses de cualquier salario o de que no hay suficientes círculos infantiles, y uno tiene que pagarles a las cuidadoras particulares, que cobran casi un ojo de la cara… Y no me meto en el tema de la vivienda, que eso ya es harina de otro costal”.
Ya el censo del 2012 confirmó lo evidente: Cuba está perdiendo población y la que se mantiene en el país envejece de forma acelerada. Una situación que puede poner al país al borde del colapso en las próximas décadas.
El decrecimiento de la población se hace mucho más traumático cuando se conoce que son los jóvenes en edad reproductiva más de la mitad de quienes abandonan definitivamente el país.
Los que retornan, en cambio, son personas enfermas o ancianos.
“En la actualidad, nuestro país se jacta de poseer uno de los índices de mortalidad infantil más bajos del mundo, una elevada expectativa de vida al nacer, y un sistema gratuito y eficiente de salud pública, todo lo cual, teóricamente, debería constituir un estímulo para fomentar el número de nacimientos” – llama la atención sobre un punto muy interesante en un artículo aparecido en la revista Espacio Laical el investigador Jorge Domingo Cuadriello – “Sin embargo, ese patrón de posibilidades no llega a hacerse realidad… 1977 fue el último año en el que la mujer cubana, como promedio, procreó dos hijos, cantidad considerada mínima para garantizar el aumento de la población”.
Hacía el interior del país la crisis demográfica se deja ver cada vez más. De los 168 municipios de la Isla, más de la mitad han disminuido su población.
Además, las zonas rurales se están despoblando, cada vez más las personas se están desplazando hacia los pueblos, de ahí a las grandes ciudades y por último al exterior.
Un fenómeno que deja desolado al Gobierno cubano que ve estrellarse contra la carencia de fuerza de trabajo todos sus planes agrícolas, el sector de la construcción y hasta las fuerzas armadas, pues Cuba nutre su ejército del servicio militar obligatorio y cada año llegan menos jóvenes para convertirse en reclutas.
“Es que cada vez hay más ancianos y menos jóvenes, y los que se quedan solo quieren dedicarse a lo que más dinero les dé. ‘La vida es una sola’, le responden a una cuando les pregunta por qué quieren irse para Camagüey o La Habana”, dice Odalys, una antigua maestra que vive en Santa Cruz del Sur.
Lo peor es que, para 2050, de mantenerse esta tendencia, la Isla perderá aproximadamente un millón de habitantes y la población tendrá un promedio de edad de 51.8 años (la novena más elevada del mundo) y el 39.7 % superará los 60 años.
Si no se remedia tampoco en ese entonces el país regresará a finales de siglo a los mismo habitantes que tenía a mediados de la pasada centuria.