El municipio Vedado como hoy lo conocemos, símbolo de desarrollo urbano en La Habana, hace dos siglos atrás, poseía entre sus terrenos un lugar que fue conocido por ser el primer espacio oficial donde se depositaron los restos de personas que no eran católicas, en la vieja Villa San Cristóbal de la Habana. Dicho hallazgo fue hecho por un grupo de investigadores de la Oficina del Historiador.
Este pedazo de tierra era parte de la propiedad de Antonio de Frías y se encontraba entre las calles que hoy se conocen como B y E, 11 y 15. En 1809 bajo el nombre de Cementerio de los Americanos, de los Ingleses o de los Protestantes, se funda luego de que el propietario decidiera finalmente poner en venta las tierras para que fuese de manera oficial un cementerio.
Desde sus inicios este poseía un documento que contenía las reglas, por las cuales se regía el lugar y era de suma importancia en el momento de ordenar los cadáveres. Como encargado tuvo a Don Salvador del Muro y Salazar que era marqués de Someruelos y además ocupaba el cargo de Capitán General de Cuba.
Históricamente la necrópolis fue famosa pues se decía que estaba maldita ya que los cuerpos de las personas fallecidas se encontraban eventualmente afectados a causa de los animales carroñeros, esto según el principal investigador que se encargaba del estudio, en los años noventa, del departamento de Arqueología de la Oficina del Historiador.
La necesidad de tener un cementerio surgió a partir de que aumenta el número de inmigrantes en la Isla debido a la revolución haitiana y por órdenes de Alejandro Ramírez que propone en 1817 estimular el aumento de extranjeros de tez blanca en Cuba, aunque en realidad estos debían ser católicos. De ahí que se eligieran estos terrenos de Monte Vedado que eran lo ideal para esta tarea, pues la urbanidad estaba alejada y además se encontraba a las afueras del centro.
También fueron enterrados un gran número de negros africanos, así como grupos de comerciantes norteamericanos que se establecieron en La Habana y Matanzas.
El lugar trajo consigo numerosas quejas por parte de las personas que pasaban o vivían en las cercanías desde el mal manejo de registros, no quedando a día de hoy casi evidencia de cuales fueron los procedimientos, hasta el descuido de los cuerpos, pues según el testimonio de Angel J. Cowley el mismo presencio junto a sus hijos una parte de un cuerpo a la entrada en total descomposición y siendo comidilla de aves carroñeras.
En ese texto aparece la vivencia del reconocido miembro de la Junta Superior de Sanidad, doctor Ángel J. Cowley, quien expresó: «vimos parte de un cadáver que yacía a la izquierda de la entrada (…) estando totalmente descubiertos y en estado de avanzada corrupción el muslo y la pierna del lado izquierdo, faltando el pie, pasto de las auras o buitres (…)».
Finalmente cierra sus puertas en el siglo XIX, no conociéndose la fecha exacta. En el Archivo Nacional quedaron registradas obras que no se llegaron a realizar tales como el modelo de herrería y el diseño de un portón estilo neoclásico.