Teatro América de Cuba: glamour, lentejuelas y su propio fantasma de la ópera

Redacción

Teatro América de Cuba: glamour, lentejuelas y su propio fantasma de la ópera

Si se habla de construcciones de estilo Art Decó en La Habana, es casi imposible que no se haga alusión al complejo constructivo conocido en una época como edificio Rodríguez Vázquez y, principalmente, al majestuoso teatro América, integrado también en su entorno arquitectónico.

La construcción del fastuoso edificio de 10 pisos, 67 apartamentos y toda una gama de servicios en su planta baja (Radio Cine, cafetería-restaurante, entre otros), fue concebida por Antonio Helier Rodríguez Cintra, ingeniero y empresario cubano, hijo del acaudalado gallego Antonio Rodríguez Vázquez.

En los planos iniciales sobre los que trabajaron los arquitectos Fernando Martínez Campos y Pascual de Rojas, no estaba concebida la construcción de un teatro, pero a Cintra se le ocurrió la brillante idea a mitad de camino y hubo que añadirlo al proyecto.

Desde su inauguración el 29 de marzo de 1941 fue considerado el más lujoso templo cinematográfico de La Habana.

En la obra “El Teatro América y su entorno mágico”, del historiador Pedro Urbezo, se señala que:

“La elegancia y sobriedad de las líneas que presenta el lobby del teatro América, todas curvas, así como las bellas proporciones de superficie y masas exteriores le dan dignidad clásica. Desde su vestíbulo circular de bóveda lumínica, el piso representa el hemisferio occidental rodeado de los signos del zodíaco, ascienden sus escalinatas curvilíneas, bifurcándose y encontrándose con amplios descansos, que se expanden formando pequeñas salas que hacen imperceptible el ascenso. En su interior, una serie de arcos abovedados decrecientes hacia el escenario, contribuyen armoniosamente, con el tratamiento decorativo de la espaciosa sala, haciendo recordar al Radio City Music Hall de Nueva York”.

Por este majestuoso escenario han desfilado desde su inauguración hasta la fecha, figuras importantes del mundo musical y del espectáculo

Conciertos, recitales, zarzuelas, operetas, óperas, espectáculos humorísticos, dramas, comedias, variedades, revistas musicales, temporadas danzarias y circenses, y grandes eventos nacionales e internacionales, han completado una programación que tendrá inscritos para siempre nombres como los de González Mántici, Gonzalo Roig, Ernesto Lecuona, Rodrigo Prats, Adolfo Guzmán, Julio Cuevas, Mario Ruiz Armengol, Luis Alcarás, Chucho Valdés, Juan Formell, Las Anacaonas, Pedro Vargas, Pedro Infante, Rita Montaner, Moisés Simons, Ester Borja, Zoila Gálvez, Rosita Fornés, María de los Ángeles Santana, Lola Flores, Felo Bergaza, Orlando de la Rosa, Isolina Carrillo, Elena Burke, Benny Moré, Adalberto Álvarez, Josephine Baker, Alfredo Sadel, Bola de Nieve, Marianela Bonet, Luis Trápaga, Ramiro Guerra, Carlos Pous, Enrique Santiesteban, Los Chavales de España, René Cabel, Los Panchos, María Luisa Landín, Tito Guizart, Toña la Negra, Sara Montiel, Libertad Lamarque, y muchos más.

El misterio que rodeaba al teatro

El Teatro América se inauguró el 29 de marzo de 1941, con el estreno en Cuba de la película Anatole Litvak ‘All This and Heaven Too’ (El cielo y Tu). Sin embargo, no fue hasta que se proyectara la cinta del Fantasma de la ópera (que los cubanos metieron presión para que se mantuviera en cartelera durante varias semanas) que comenzó a correrse la voz que había un fantasma que rondaba el teatro en las noches.

El extraordinario interior del Teatro América recuerda al del Radio City Music Hall

El temor de actores, tramoyistas, técnicos, personal de la empresa y empleados, no era del todo infundado. Lo cierto era que el escenario del viejo Teatro de la ópera de París, con sus altos y complicados telares, con sus múltiples pasadizos, con amplio sótano de misteriosos laberintos, y por donde el desdichado Enrique Claudin, el Fantasma, se paseaba ocultando al mundo su rostro desfigurado, tenía cierto parecido con el subterráneo del teatro América.

La creencia se mantuvo durante décadas, y no fueron pocos los que dijeron que habían escuchado arias de ópera y lamentos angustiosos provenientes del sótano, donde aseguraban que vivía un fantasma que arrastraba las cadenas de su eterna desesperación.