El árbol familiar de Fidel Castro es largo y frondoso, casi como el de los Buendía de «Cien años de soledad». Su padre, el gallego Ángel Castro Argiz, llegó como soldadito a Cuba y acabó por echar raíces en la isla. Primero se casó con una maestra llamada María Luisa Argota y tuvo dos hijos, Pedro Emilio (1913-1992) y Lidia (1914-1991).
Luego se separó de María Luisa y se unió a Lina Ruz, la madre de Fidel. Con Lina tuvo siete hijos: Angelita (1923), Ramón (1924), Fidel (1926), Raúl (1931), Juanita (1933), Enma (1935) y Agustina (1938). Esta semana, Juanita Castro acaba de protagonizar un bombazo editorial, con el lanzamiento en Miami de sus memorias, «Fidel y Raúl, mis hermanos: La historia secreta». En el libro Juanita, de 76 años, reconoce que colaboró con la CIA antes de abandonar la isla en 1964.
Pero hay otro medio hermano, Martín, nacido en 1930 de una relación de don Ángel con Generosa Mendoza. Fidel Castro Ruz, pues, tiene seis hermanos y tres medio hermanos.
Fidel, a su vez, como su progenitor, se ha tomado muy en serio lo de «padre de la patria» y tiene once hijos conocidos, otro que se sabe que existe y tres que se le atribuyen sin ninguna prueba fehaciente. Los conocidos y reconocidos: Fidel Castro Díaz-Balart (1949), hijo de Mirta Díaz-Balart; Alexis (1962), Alexander (1963), Antonio (1969), Alejandro (1971) y Ángel (1974) Castro Soto del Valle, hijos de Dalia Soto del Valle. Por ahí van seis.
El en el año 1956, Fidel acababa de salir de la cárcel y no hay duda de que necesitaba reproducirse fieramente. Ese año tuvo tres hijos: dos mujeres, Alina Fernández, quien lleva el apellido de quien entonces era esposo de su madre, Natalia Revuelta, y Francisca Pupo, a la que no reconoció no se sabe muy bien por qué. También hay un varón: Jorge Ángel Castro Laborde, hijo de María Laborde.
En los años sesenta nació otro hijo, de madre desconocida por la prensa, al que insistió en llamarle Alejandro, pero quien tuvo el buen juicio de cambiárselo por Ciro, en vista de que otros dos hermanos se llamaban de igual o parecida manera. Lo de Fidel y el nombre Alejandro es un problema psiquiátrico. Él mismo, originalmente, se llamaba Fidel Hipólito Castro Ruz. Pero, cuando legalmente pudo, a los 18 años, obsesionado por la figura de Alejandro Magno, se lo cambió por Fidel Alejandro.
Se sabe que existe otro vástago nacido en 1970, mas de ése no sólo se ignora el nombre de la madre. Ni siquiera se sabe el del propio muchacho. Lo menciona la investigadora y periodista norteamericana Ann Louise Bardach («Without Fidel»). O sea, otros cinco.
Los tres que se le atribuyen sin ninguna prueba en el mundo de los rumores populares, la televisión de Miami y la maledicencia isleña, tal vez debido al rencor de los enemigos o a los comentarios de los amigos chismosos que realmente algo saben de la entrepierna del comandante, son: una de las hijas de Antonio Núñez Jiménez, una de las de Jaime Crombet y un hijo de Abraham Maciques, los tres altos funcionarios del régimen que merodeaban la casa de gobierno. El primero mencionado, Núñez Jiménez, falleció hace algún tiempo. Mientras no haya confesiones personales o pruebas de ADN, hay que tomar esas noticias como bulos, pero conviene consignarlas para futuros historiadores.
Con tantos hijos y tantos hermanos, Fidel y Raúl Castro tienen una montaña de sobrinos, nietos y nueras que se casan, descasan y multiplican con la habitual fecundidad tropical. Y, contrario a lo que puede pensarse, una buena parte de esa enorme familia no se siente a gusto en el manicomio organizado por los comandantes y se ha trasladado a vivir al extranjero.
Fuera de Cuba hay por lo menos dos hijas de Fidel, dos hermanas y varios nietos y sobrinos. Salvo la hija Alina y la hermana Juanita, que han publicado libros muy críticos, los otros parientes, aunque disgustados, han optado por guardar silencio. Tal vez el éxito de Juanita Castro anime a otros miembros de la familia a contar sus experiencias.