En la región central de Cuba, justamente en la antigua Villa de Trinidad, es muy popular el culto a una diminuta estatuilla de apenas cinco centímetros a la que se le atribuyen propiedades milagrosas y se le conoce como “El niño perdido”.
La imagen, con cierto parecido a un niño Jesús de los que suelen colocarse en los pesebres navideños, se encuentra en un bloque de edificios prefabricados en el frente de la estación de policía de la ciudad. Para llegar a este apartamento y colocar una ofrenda es necesario subir varias escaleras que parecen una especie de laberinto y lidiar con números difusos en las afueras de cada vivienda.
Purísima Concepción Veliz Gascón, mejor conocida como Conchita, es quien cuida a la peculiar imagen, que se encuentra a buen recaudo en una pequeña urna de plata, sobre una cuna de oro y cubierta por un manto de seda. Un letrero, fundido también en oro, señala a los visitantes que se encuentran ante la presencia de El Milagroso.
La leyenda del “Niño perdido de Trinidad” data de la segunda década del siglo XIX, cuando un joven llamado Gleto Gascón lo vio que se desprendía de una piedra en la que cincelaban los obreros. Cuando lo recogió pudo notar el parecido con el niño Jesús, por lo que rápidamente llamó a sus amigos para mostrarles su hallazgo.
Resultó que sus amigos quisieron arrebatárselo y Cleto lanzó lejos la estatuilla para que no pudieran tenerlo. La culpa lo acechó durante toda la noche, por lo que consideraba un acto de impiedad, así que regresó a la mañana siguiente y lo encontró justo donde lo había hallado por primera vez, descansando de forma apacible sobre una hoja de güin.
Los religiosos vecinos de Trinidad creyeron estar en presencia de un milagro y en 1813 el fraile franciscano José de la Caruz Espí le dio la cristiana bendición y lo llamó santo. El sacerdote lo mantuvo consigo un par de años y luego se los devolvió a la familia del muchacho que lo había encontrado.
Desde ese entonces el “Niño perdido de Trinidad” ha estado en manos de los Gascón, llegando hasta las de Conchita, última descendiente de los Cleto. Con ellos han sido numerosos los milagros que se cuentan que ha realizado, así como no pocos favores a todos aquellos fieles de trinidad que han confiado en él.
En el pequeño apartamento de Conchita el “Niño perdido” se encuentra rodeado de una pequeña fortuna en ofrendas que, a lo largo de mucho tiempo le han legado los trinitarios. Sin embargo, a pesar de las necesidades y de estar rodeados por miles de dólares, jamás la anciana ni sus familiares han tocado ese dinero. Por miedo y por respeto al que consideran el protector de su familia.