Por décadas la brújula de los cubanos, como todas las brújulas siempre señaló al norte. Hasta que un día el entonces presidente Barack Obama decidió poner fin a la política de pies secos/pies mojados y el campo magnético en la Isla pareció volverse loco.
Miles de cubanos, que antes hubiesen salido hacia su natural destino migratorio en los Estados Unidos, se encontraron desorientados y decidieron probar suerte en Sudamérica, si total, peor que en Cuba no se podía estar.
Sólo un país del continente, Guyana, no exigía visado a los naturales de la Isla y a esa dirección comenzó a dirigirse el éxodo.
El objetivo no era, por supuesto, quedarse a vivir en Guyana, buena para adquirir mercancías para el “meroliqueo”, pero poco apetecible residenciarse.
Mucho mejor intentar utilizarla como trampolín para alcanzar Brasil, Uruguay y Chile, países con un nivel de desarrollo en las antípodas de la pobre Guyana y lleno de oportunidades para los de la mayor de las Antillas.
En la misma medida en que caía el número de cubanos que arribaban a Estados Unidos comenzaron a aumentar los que solicitaban refugio en los países sudamericanos, sólo hasta junio de 2018 unos 1 106 cubanos habían solicitado asilo en Brasil.
Otros, la mayoría, tras cruzar la frontera se dirigen a Boa Vista y Manaos. Allí se organizan en grupos e intentan alcanzar Chile y Uruguay, los destinos más apetecibles.
Sin embargo, se trata de un viaje difícil, peligroso y caro. Muchos cubanos se quedan sin recursos en medio del estado brasileño de Amazonas y sobreviven apenas con las ayudas que reciben de las iglesias locales.
Se ven, además, desbordados, pues el arribo de venezolanos que huyen de su país los supera con creces; y lo que es peor, exaspera a las autoridades brasileñas que ya no saben qué hacer con tantos inmigrantes.
Los cubanos que tienen la suerte de llegar a Uruguay se amparan en la ley 18 076 de ese país que obliga a las autoridades a recibir en las fronteras a todos los refugiados y enviar sus peticiones a la sede de la cancillería en Montevideo para su estudio.
Como las leyes charrúas son muy flexibles, la gran mayoría de los cubanos que llega al país consigue un empleo y se asienta en el país sin esperar siquiera su solicitud de asilo.
A diferencia de otros migrantes que se quedan en Uruguay los cubanos poseen una alta calificación. Mas, los títulos universitarios no les libran de tener que realizar los empleos menos remunerados y es común encontrarse abogados manejando taxis y médicos limpiando pisos.
Chile, al igual que Uruguay, recibe cada vez más migrantes cubanos. Según los datos ofrecidos por el Departamento de Extranjería y de Migración de Chile, 11,119 llegaron al país sudamericano en 2017. La mayoría ha conseguido empleo y busca regularizar su situación legal en el país.
Al igual que en Uruguay o Brasil, una parte considerable considera quedarse definitivamente en esos países y no continuar viaje hacia los Estados Unidos, desalentados por la política de “tolerancia cero” ante la inmigración promovida por el gobierno del presidente Trump.
El hecho de que los migrantes cubanos sean internados en centros de detención por las autoridades de Estados Unidos por largo tiempo mientras estudian su solicitud de asilo, ha provocado que la ola migratoria cubana haya comenzado a mirar al sur como destino final y no como tránsito.