A lo largo de nuestra vida hemos tenido oportunidad de escuchar gran cantidad de refranes y frases que se han quedado plasmadas en el imaginario popular y por tanto, también en nuestras vidas. Algunas son antiquísimas, otras se han ido renovando y creando a partir de dicharachos, canciones o la simple elocuencia de las mentes ingeniosas en una circunstancia determinada y que, sin darnos cuenta, comenzamos a repetir o incorporar en otras conversaciones y contextos sin relación alguna con el evento o situación que le dio origen.
También, han perdurado creaciones con fin humorístico y estribillos musicales que se reconocen y dispersan como el polvo. Por ejemplo, el famoso «Toma chocolate, paga lo que debes», estribillo de un chachachá que popularizó en la década de 1950 la orquesta Aragón sirve de manera proverbial, desde entonces, para recordar a alguien el pago de una deuda o promesa. Entre las popularizadas a través de la música está «El Cerro tiene la llave», título de una guaracha compuesta por Fernando Noa en 1949, musicalizada y popularizada por Arsenio Rodríguez apodado como el Ciego Maravilloso, quien revolucionó el formato instrumental de los conjuntos de música popular y dotó al son cubano de una nueva sonoridad.
Luego, nos preguntamos de dónde habrá surgido tan ingeniosa afirmación. Resulta que, La Zanja Real (1592), primer acueducto construido por los españoles en América atravesaba la localidad del Cerro, como lo hizo posteriormente con sus canales el Acueducto de Fernando VII (1835), mientras que el Acueducto de Albear (1893) tiene sus depósitos en Palatino, zona de dicho municipio. De ahí que, el agua se distribuye por estas vías hacia toda la ciudad, por tanto, “el Cerro tiene la llave”.
Entre otras razones que podrían considerarse está la construcción de las más grandes fábricas de jabones, perfumes y otros productos de aseo personal. Asimismo, encontramos las más importantes instalaciones deportivas del país.
A mediados del siglo XIX fue considerado como uno de los principales e inevitables pasos para la relación entre el Occidente de la isla y La Habana. Fue un barrio empresarial y diplomático por excelencia, regalando a los más atentos el disfrute de una espectacular arquitectura que, con el paso del tiempo, se ha ido adaptando a la actualidad sirviendo como albergues industriales, escuelas, hospitales y casas de salud.
Más que literalmente una llave como objeo material, se trata del orgullo y del sentido de pertenencia con el que viven los habitantes de ese barrio. Su llave la llevan en el corazón.