A pleno mediodía, Sheyla recibió un mensaje en su WhatsApp de un cliente VIP. Luego ponerse un ajustado vaquero azul claro, una blusa blanca que hacía resaltar sus atributos delanteros y aplicarse un discreto maquillaje, se despidió de su madre y le hizo una llamada al chofer de un taxi privado que por 10 CUC la llevaría hasta el Vedado.
“Negocios son negocios. Incluso en tiempo de coronavirus el deber llama. Lo que no se puede es tener la cartera vacía”, dice Sheyla, quien desde hace unos cinco años se define a sí misma como una jinetera de clase media alta.
La llegada de la pandemia de Covid-19 ha hecho que las cosas cambien para las jineteras y que estas hayan tenido que reinventarse la forma en que realizan sus actividades. Los turistas dejaron de viajar a Cuba, los bares y centros nocturnos se cerraron, y con ellos la posibilidad de pescar algún cliente pudiente en las noches de música y tragos caros.
“Las que tienen un novio fuera de Cuba que les mande dinero están resolviendo. También las que tenían algún menudo guardado o tienen su clientela fija. Yo llevaba 32 días sin estar con nadie no salir para la caliente. No me quedó más remedio que ponerme en contacto con cliente de hace tiempo que siempre me paga 100 CUC y hasta me trata como a una princesa”, cuenta Sheyla.
Yordanka corrió con un poco más de suerte. Se encontraba con en enamorado canadiense en un hotel en Cayo Coco cuando se produjo el cierre de las fronteras. Lo que estaba previsto para que no pasara de una semana terminó convirtiéndose en una relación formal.
“Se ha gastado una pila de pesos conmigo. Lo traje para mi casa y llevamos casi dos meses que no salimos a la calle a nada. Le está pagando incluso a un vecino para que nos traiga la comida”, dice Yordanka.
En el caso de la lotería ilegal en Cuba, conocida como “la Bolita”, la pandemia también ha provocado que quienes llevan el negocio hayan tenido que buscar alternativas.
“En la calle prácticamente no hay gente. Teníamos que estar yendo de casa en casa de los apostadores grandes. Como eso era una locura así nos dimos a la tarea de crear un grupo en WhatsApp para coordinarlo todo. Las apuestas han subido un poco, aunque no al nivel de tiempos normales, cuando recogía cuatro mil pesos diarios en cada una de las dos tandas. Ahora tengo días de recoger tres mil y pico”, comenta Abdiel.
“Con quienes usan Transfermóvil o EnZona no hay lio. Ellos pasan el dinero a mi cuenta. Para quienes son reacios a la tecnología no me queda otra que hacer una captura de pantalla y luego pasar a recoger el dinero en efectivo o pagarles si se sacaron algo. Todos son de confianza”, añade.
Quienes se dedican a vender ron por la izquierda se encuentran bastante sorprendidos al ver como sus ingresos no han disminuido, todo lo contrario, su producto es más que demandado.
“La gente con el ron no cree en coronavirus ni en nada. Es verdad que aunque no hay comida, el ron si está botado por donde quiera, pero a precios que no todo el mundo le puede meter el diente. Yo vendo ron del bueno, sacado de la fábrica y solo cobro 50 pesos por una botella. La gente me lo quita de las manos. Parece que tanto encierro ha hecho que no sean pocos los que prefieren darse unos cañangazos para olvidarse de los problemas aunque sea por un rato. La situación está durísima y el alcohol parece que los relaja un poco”, asegura Pedro, quien se dedica a vender ron por debajo de la mesa.
Sheyla confiesa que está harta de la cuarentena. Extraña los tragos de caipirinha y el reguetón a toda mecha en las discotecas habaneras. “La pincha de nosotras es de contacto directo. Sin nasobuco ni nada. Ahora hay con andar con cautela, no vaya que ser que un cliente tenga el coronavirus. Estoy a punto de volverme loca encerrada en mi casa. Y eso que, gracias a Dios, tengo comida y ciertas comodidades”.