Camagüey no es sólo la provincia más extensa de Cuba, sino que, además, cuenta con el 25 % de todas las playas del país. Sin embargo, como suele suceder en el resto del país, las playas destinadas al turismo internacional contrastan fuertemente con aquellas a las que sólo asisten los cubanos. Las buenas en divisa y al cubano con moneda nacional que lo parta un rayo.
Estas últimas han ido empeorando en los últimos años debido a la falta de mantenimiento, el deterioro de la infraestructura, el vertimiento de residuos industriales y el cambio climático.
En todo el extenso litoral camagüeyano el balneario más concurrido es el de Nuevitas. Este resulta el más económico y de fácil acceso gracias a la existencia del llamado “tren playero”, que sale en Verano desde la ciudad de Camagüey hasta pocos metros del mar en la costa norte.
El “tren playero” viene a ser casi la única opción asequible para las familias de pocos ingresos, pues las playas de lujo como Santa Lucía se han ido llenando de hoteles y extranjeros y llegar hasta ellas es caro y complicado.
Sin embargo, la playa nuevitera padece de un abandono brutal que bien pudiera ser comparado con una escena de posguerra.
Viejas construcciones en ruinas, derribadas por los huracanes o el paso del tiempo se esparcen a lo largo del litoral donde los bañistas se ven obligados a desplazarse entre grandes bloques de concreto, vigas oxidadas y todo tipo de escombros.
Los que llegan hasta Nuevitas se distribuyen en las playas de Las Piedras, La Colonia, Santa Rita y Varaderito, según sus preferencias.
La inmensa mayoría ignora que el crecimiento industrial de la ciudad costera entre 1960 – 1990 hizo que allí se construyeran fábricas muy contaminantes como la Termoeléctrica 10 de Octubre y la de fertilizantes que han dañado la calidad de sus aguas.
Aguas que, por demás, han ido robando de forma sostenida espacio al frente de playa debido al incremento del nivel del mar que ha afectado al 84 % de las playas del país.
A las playas del litoral de Nuevitas llegan, además, arrastradas por la corriente del río Saramaguacán residuos domésticos procedentes del norte camagüeyano y las llanuras de Sibanicú.
Los vecinos de Nuevitas recuerdan con nostalgia lo bellas que eran sus playas antes que los desechos industriales y el abandono las echaran a perder.
Para Juan, un jubilado que vende rositas de maíz a los visitantes, lo que queda en la ciudad norteña no es una playa, sino un “fango fétido” que no se puede comparar con la que existía antaño.
Para tratar de paliar lo que no pocos nueviteros califican ya como un “desastre” las autoridades del CITMA en cooperación con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo han puesto en marcha varios programas que buscan paliar en lo posible los problemas medioambientales existentes en la zona.
La más importante de estas obras es el llamado Complejo Malecón-Patana Rosa Naútica, inaugurado en 2017 que incluye un muro en el litoral de 320 metros de largo con algunas ofertas recreativas a su alrededor.
Los camagüeyanos llaman a las playas frecuentadas por los cubanos como “playas de gente”, para diferenciarlas de las “playas de los turistas”.
La diferencia entre ambas no ica sólo en la calidad de la línea de costa y el mantenimiento que reciben, sino también en la calidad de las ofertas gastronómicas de unas y otras en las que existe una diferencia abismal.
En las “playas de turistas” como Santa Lucía se puede encontrar “casi de todo”, mientras que en Nuevitas la oferta es reducida y de poca calidad.
“Muchos vendedores prefieren ir hacia aquellos lugares donde los clientes pueden pagarles mejor por un bocadito, un refresco o una fruta fresca”, se queja Roxana, una madre de dos niñas que llegó a las “playas de gente” procedente de Camagüey.
Roxana afirma que lo único que salva a las playas de Nuevitas es la existencia de los negocios particulares porque si estos abandonaran la playa: “quedaría muy poco para divertirse, porque entre lo sucias que están las aguas y el cuidado que hay que tener con la basura en la costa, al menos tomarse un jugo frío frente al mar vale la pena.