Después de que hace apenas 2 meses Nicaragua se convirtiera en una total válvula de escape para que el castrismo liberara tensiones políticas dentro de la isla e impulsara una ola migratoria masiva hacia la frontera sur de Estados Unidos con México, la artimaña gubernamental cubana-nicaragüense podría llegar a su fin en un futuro próximo.
La fuerte emigración cubana desatada cuando el Gobierno de Daniel Ortega eximió el requisito de visado de los ciudadanos isleños para su territorio, tuvo un desfavorable impacto en la economía nacional con la que el Gobierno de Miguel Díaz-Canel no contaba, y es que con tal de que no se originara otro 11J, otro Maleconazo y otro Mariel en Cuba, las autoridades militares-civiles cubanas causaron un despegue aún más serio en el proceso inflacionario que ya estaba sufriendo la isla.
Tan solo darse a conocer estas nuevas normativas migratorias, se dio una avalancha de cubanos hacia las oficinas de las aerolíneas en La Habana a comprar boletos para Nicaragua, teniendo que endeudarse, malvivir o vender absolutamente todas sus pertenencias para costear el viaje al país centroamericano, la breve estancia allí y el recorrido hasta la frontera estadounidense.
El pasaje de avión a Nicaragua superó desde el principio los 2.000 dólares. Por tanto, la demanda de dólares en efectivo en la isla se ha disparado incontrolablemente en los últimos 2 meses y más en los más recientes 10 días, logrando que el precio del billete verde subiera de los poco más de 70 Pesos Cubanos (CUP) a los 92 CUP. Expertos han concluido que de mantenerse esta tendencia creciente, en menos de 3 semanas se alcanzaría el récord de valor que sostuvo el dólar en los fatídicos años 90, durante el Período Especial, de 150 CUP.
Debido a que el Gobierno cubano no expende dólares por una supuesta falta extrema de liquidez, la tasa cambiaria fijada oficialmente (de 24 CUP por cada dólar) no es real, y la única que queda accesible entonces es la del mercado negro.
El gran problema de la estratagema castrista es que mientras vayan emigrando los que quieran y puedan, el resto de la población en quede en la isla debe afrontar igualmente el precio del dólar fijado en el mercado informal, o lo que es lo mismo, la depreciación acelerada de la moneda nacional cubana.
Por tanto la vida de los cubanos que han permanecido y permanezcan en la isla ha decaído súbitamente, forzados a recurrir a un mercado hiperinflado para adquirir productos inexistentes en la oferta estatal. Además, este fenómeno ha hecho que los productores nacionales tengan que subir sus precios de comercialización, por culpa del aumento de sus costos de vida y de los de producción.
La vil estrategia oficialista, aparentemente, fue calculada para que los viajes a Nicaragua se pagaran a través de remesas desde el exterior, lo que suministraría monedas fuertes a sus arcas y sería suficiente para remediar los efectos negativos de la emigración masiva. Sin embargo, el resultado ha sido devastador, pues las presiones han causado una depreciación del CUP que permanecerá o se agudizará y destruirá totalmente el ripio de economía nacional que aún queda en la isla.