Viajar desde Miami a La Habana para pasarse unos días junto a la familia, recordar viejos tiempos entre amigos de la infancia o simplemente vacacionar, se está convirtiendo cada vez en na decisión que acarrea numerosos gastos y dolores de cabeza.
El primero contratiempo a sortear por parte del viajero es cuando se presenta en el Aeropuerto Internacional de Miami. Al integrarse a una larga fila de personas que, por lo general pretenden viajar con un peso mayor al permitido por las autoridades aduaneras en Cuba, ya empieza la incomodidad y la demora.
Según las regulaciones vigentes, cualquier pasajero puede cargar consigo 30 kilogramos de efectos personales, los cuales puede ser ropa, zapatos, productos de aseo, perfumería, entre otros que son definidos como misceláneas. Además, se brinda la posibilidad de transportar 22 libras de medicamentos.
A pesar que las regulaciones están bien claras, son pocos los viajeros que las respetan, por lo cual en ese primer escenario que enfrenta el pasajero en la cola, el común denominador es observar dos o más bultos por persona, que deben ser forrados con película plástica para evitar robos.
Luego de unos 45 minutos (en el mejor de los casos) y ya frente al buró en el que se encuentran empleados entrenados en dar órdenes, comienza el segundo problema.
Si la agencia que le vendió el boleto le aseguró que por cada libra extra a partir de las 44 debería pagar 1 dólar, por lo general esto no sucede así.
Según la temporada en el año en que se viaje es que se determina el precio a pagar por las libras de más, oscilando entre 1 y 4 dólares por libra.
En meses de baja afluencia de viajeros como abril y agosto, el valor suele ser entre 1 y 2 dólares. Sin embargo, en la temporada navideña y fin de año, una libra extra puede llegar a costar 4 dólares.
El siguiente paso es pasar los estrictos controles de seguridad, a través de la llamada puerta G. Seguidamente, los pasajeros se ven obligados a permanecer en una sala repleta de personas hasta que por fin abordan el avión para realizar el vuelo de unos 45 minutos aproximadamente.
Las molestias se reanudan al poner un pie en la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional José Martí. En ese establecimiento operan un par de esteras para el equipaje, pero trabajan alrededor de 40 empleaos de la aduana que esperan favores en dinero o en especie.
El próximo paso en la cadena de trastornos tiene lugar al pasar el equipaje de mano por las máquinas de rayos X. Se permite, además de los 30 kilos de equipaje, el llevar consigo dos teléfonos celulares y una tableta electrónica o, en caso contrario, un ordenador portátil.
Quienes desconocen estas normativas o quieren pasarse de listos reciben multas y por lo general el decomiso de todo lo que no esté regla,
Tras haber sorteados todos estos obstáculos, el pasajero puede finalmente salir de la terminal aérea. Desde unas dos o tres horas antes, detrás de unas vallas metálicas, los familiares aguardan ansiosos por los suyos.
Tras terminar con todo el suplicio de la aduana, el pasajero finalmente abandona el aeropuerto. Familiares o amigos han ido a recogerlo en un “almendrón” y al salir del estacionamiento la tarifa es de 3 cuc. Si se opta por trasladarse hasta la casa en en un taxi estatal, y su destino final es Miramar, el pago será de unos 20 cuc.
En este instante, los más seguro es que el viajero tenga al menos diez razones para no querer regresar más a La Habana. Sin embargo, el pasar tiempo junto a la familia, hace que vuelvan una y otra vez.