En el Vedado habanero, muy cerca de la plaza de la Revolución, se encuentra el barrio de La Timba. Con un nivel de marginalidad que supera a la gran mayoría de otras zonas habaneras, resulta curioso que se encuentre precisamente colindando con el Consejo de Estado y con la icónica Avenida Paseo.
A lo largo de la avenida Paseo, desde Boyeros a Zapata es posible apreciar, a ambos lados, una urbanización cuidadosamente trazada, pero con contrastes marcados entre una opulencia incipiente y una extrema pobreza: es el barrio de La Timba.
Al barrio se le llamó La Timba debido a que en el límite norte de la actual calle Zapata existió una tienda muy famosa en la que se vendía pan con queso y dulce de guayaba, cuyas barras llegaban del norte en unas cajas de madera de la firma “Timber”, lo cual en bueno cubano se derivó en Pan con Timba.
“Curiosamente”, la pobreza que albergan las entrañas de este barrio en el que nació Chano Pozo, y que visitara Albert Einstein en 1930, se suele enmascarar con planchas de zinc durante la realización de desfiles y actos conmemorativos. De esta forma, ningún lente curioso puede apuntar a sitios que “no conviene” que salgan a la luz pública.
Los vecinos de esta localidad se quejan con frecuencia del abandono que ha sufrido esta comunidad. Contrariamente a lo que muchos pensaron que pudieran pasar, algunos centros que en el pasado desempeñaban importantes funciones sociales han sido transformados en albergues para damnificados, pero no para los moradores del barrio, a muchos de los cuales los techos prácticamente se les vienen encima.
Algunos de estos sitios que hoy funcionan como albergues son la famosa ex posada la Calle 2 y 31 y la Casa de la Cultura de 37 y Paseo, donde actualmente viven (o sobreviven) más de treinta familias que desde hace años esperan por un hogar digno al que mudarse.
Ha llovido mucho desde que la posada dejó de ser una alternativa para dar riendas sueltas a las necesidades sexuales de las parejas sin una vivienda propia. A su vez, la Casa de la Cultura tuvo que olvidarse de acoger las tan demandadas clases de danza, ensayos de comparsa y juegos de dominó.
Uno de los residentes de este barrio que desde hace bastante tiempo vive en uno de estos albergues, expresó en una ocasión:
“Las autoridades del municipio jamás se han preocupado por el deterioro del barrio y muchísimo menos por la prosperidad de sus pobladores. Lo más que han hecho es pintar algunas zonas para que el golpe visual no sea tan fuerte, pero es solo es una vieja con colorete. Por dentro muchas casas están desbaratadas. Mis padres y mis abuelos vivieron aquí antes de 1959, no eran ricos, pero no vivieron el infortunio que hoy existe en el barrio”.
A lo largo de los últimos años, en el barrio se ha incrementado la construcción de cuarterías o solares, utilizando para ellos los materiales más insospechados que la pobreza obliga.
Para no pocos de sus pobladores, si hay un barrio que no tiene absolutamente nada que agradecerle a la Revolución, es sin dudas La Timba.
Luego de varias décadas de aquel proceso llamado “nacionalización” que se apropió de bellas edificaciones a lo largo y ancho de la mayor de las Antillas, La Timba sobrevive como un testigo de la infertilidad del gobierno cubano y la falta de preocupación por el tema de la vivienda de sus pobladores. A pesar de encontrarse tan cerca de uno de sus principales bastiones y, contrario a lo que pudiera pensarse, el Estado cubano prefiere mirar para otra parte mientras las viviendas y albergues de La Timba se mantienen en pie de puro milagro.