Macondo el pueblo ficticio de la novela Cien Años de Soledad del premio nobel de Literatura Gabriel García Márquez, se ha materializado en Cuba; y sus vecinos viven en una pesadilla.
Son 76 familias, con CDR y todo, que suman cientos de personas, a unos ocho kilómetros del pueblo de San Antonio de los Baños. El Macondo de Artemisa ha crecido dentro y en los alrededor de las ruinas del antiguo preuniversitario Ignacio Agramonte, donde sus pobladores viven en condiciones de insalubridad casi total.
La familia de Carmen ocupa un cuadrante del pasillo que ellos mismos cerraron con los materiales que encontraron. Allí no existen divisiones y la cocina y el baño ocupan casi el mismo espacio.
El frente endeble de tablas no parece muy seguro, pero ni Carmen ni los suyos sienten miedos, porque no tienen nada que perder. Apenas poseen un camastro, tres sillas y una máquina de coser en la que la mujer se busca unos pesos para dar de comer a su familia.
Carmen llegó a Macondo huyendo de un exmarido violento y alcohólico y las autoridades del gobierno local les entregaron el cuadrante del pasillo para que viviera. Sus nietas Rosy e Isacc de cuatro años y 15 meses respectivamente, no conocen las alegrías de los niños de su edad, pues el único aparato eléctrico que posee la familia es una vieja hornilla.
Sin embargo, Carmen afirma que está agradecida por poder vivir allí. A pesar de sus paredes de zinc, su único bombillo y sus divisiones interiores de tela. Cree en las promesas del delegado de que su penosa situación tendrá sólo carácter personal.
Para Yurisnely, Carmen es sólo una ilusa que no ha vivido el tiempo suficiente en Macondo. Seis de las 76 viviendas del asentamiento pertenecen a su familia, que lleva desde el año 1990 en el lugar. En Macondo nacieron las dos últimas de sus ocho hijos, sus nietos y los hijos de sus nietos. Les dijeron que estarían allí tres meses y llevan 27 años.
Han tocado todas las puertas, desde las del gobierno localhasta las del Consejo de Estado. A todos los niveles les han prometido que van a solucionar su caso, pero los funcionarios se suceden unos a otros y su familia sigue viviendo en Macondo.
Yurisnely ya ha perdido las esperanzas de que le entreguen la casa que le prometieron hace 30 años. Sólo desea que la ayuden con un subsidio para materiales de la construcción y que le permitan tener libreta de abastecimientos para poder aligerar un poco su situación económica.
Como todos los habitantes de Macondo son “ilegales” no tienen contrato de agua o electricidad y no pagan un centavo por ese servicio. Cuando les colocaron contadores no estuvieron de acuerdo con los recibos y decidieron no pagar. Cuando la empresa eléctrica acudió a cortarles el servicio salieron todos en pandilla e hicieron huir a los inspectores.
Sólo en la atención médica no se sienten discriminados en Macondo. Desde el consultorio los visitan periódicamente y se encargan de que todos los niños estén vacunados.
Sin embargo, en su pobreza, los habitantes de Macondo viven como presos. Ausentarse por unos días para visitar a sus familias o hacerse un tratamiento en un hospital puede provocar que le roben su espacio y entonces no habría nadie a quién reclamarle. Después de todo, ellos son sólo “ilegales”.