La corrupción en Cuba ha evolucionado hasta convertirse en un mal que se extiende a todos los ámbitos de la sociedad y la gestión pública como clave de supervivencia.
A pesar de los llamamientos de los dirigentes del país a combatirla, nada ni nadie parece poder pararla.
En buena medida, porque los mismos encargados de ponerle freno son corruptos. Es lo que sucede cuando la inmoralidad se convierte en clave de supervivencia.
Sin dudas la corrupción es un cáncer social que afecta a todos, pero gran parte de la población cubana la “justifica” y considera que sus causas no están en el resquebrajamiento de la moral, sino en los míseros ingresos que se perciben legalmente en Cuba para sobrevivir.
Sencillamente, si las personas ganaran lo necesario esta perdería terreno y los ciudadanos serían más combativos ante lo mal hecho.
Esta es una posición muy cándida y alejada de la realidad. Si la corrupción se hace endémica, nada puede detenerla.
Desafortunadamente en muchas ocasiones trae aparejadas también consecuencias funestas. Cuando en mayo pasado se precipitó a tierra un avión de Cubana, la compañía declaró de inmediato que no tenía nada que ver con la operación de la nave.
Sin embargo, lo que cubana no dijo fue que los funcionarios cubanos de la aviación tenían conocimiento del historial de irregularidades del arrendador.
Desde entonces muchas sospechas que algunos directivos de Cubana fueron untados por el propietario de la aeronave siniestrada para conseguir el contrato.
La tragedia de Rancho Boyeros quizás haya sido el epílogo trágico de una larga cadena de hechos de corrupción en la aviación cubana que llevaron a la destitución en 2010 al General de División Rogelio Acevedo, uno de los combatientes de la vieja guardia de la Sierra Maestra, y a la condena de varios funcionarios a penas de entre tres y quince años de cárcel.
En Cuba está pasando algo muy grave. Los padres ya no educan a sus hijos en el principio de “ser pobres, pero honrados”, sino en la máxima napoleónica de que “ser honrados es la única manera de ser pobre”.
Se trata de una sociedad en la que los niños y jóvenes están creciendo con una escala de valores invertida, en la que todo vale para alcanzar el beneficio personal.
Las autoridades son impotentes para poner freno a la corrupción. Fuentes confiables aseguran que los delitos de corrupción o cohecho son los que más se juzgan en los tribunales cubanos.
La población se mofa de esa situación y asegura que sólo una ínfima parte de los culpables son juzgados, porque si se procesaran a todos los corruptos no quedaría títere con cabeza en la mayor de las Antillas.
Lo peor de todo, como opina Silvio Rodríguez, un cantautor e intelectual cubano al que no se le puede acusar precisamente de profesarle antipatía al gobierno de la Isla, es que la corrupción es causa directa del mal funcionamiento y la ineficiencia del sistema.
Este no les funciona a la gente y la gente debe encontrar mecanismo para sobrevivir dentro de él.