El Viaducto de La Farola es conocido por ser, según no pocos, la carretera más peligrosa de Cuba. No precisamente se dice esto por encontrarse mal construida o en mal estado, sino porque zigzaguea entre las montañas orientales como una serpiente en el monte y a sus bordes se asoman los abismos.
Considerada como una de las siete maravillas de la ingeniería cubana, el Viaducto de La Farola comenzó a construirse en 1964 y sus obras concluyeron al año siguiente.
Algunos han llegado a compararla incluso con las carreteras de los Alpes suizos, por la complejidad que demandó su construcción y la magnitud de la misma.
Se extiende el Viaducto de La Farola a lo largo de seis kilómetros desde el Puente de Las Guásimas en Veguita del Sur hasta el llamado Mirador, un parqueo que se construyó a cuatro kilómetros del Alto de Cotilla (el punto más alto de La Farola). El lugar del estacionamiento se escogió con toda intención, pues desde allí se disfruta de una espectacular vista de la costa sur oriental y de la provincia de Guantánamo.
La Farola formaba parte de la Vía Azul, una carretera de unos 150 km que se construyó tras el triunfo de la Revolución cubana en 1959 con vistas a interconectar las ciudades de Guantánamo y Baracoa, ya que esta última se encontraba aislada.
El trazado que se escogió, si bien un poco más largo que el tradicionalmente llamado de la Vía Mulata, era mucho más factible desde el punto de vista ingenieril, ya que sólo tropezaba con un obstáculo de 6 Km en la loma «La Farola».
El macizo montañoso de La Farola exigió profundos estudios técnicos, ya que la montaña está formada por rocas de serpentina, cuyas masas alcanzan en algunos casos hasta 200 metros sobre el nivel de la vía y donde además el régimen pluvial, muy abundante, hacía recomendable utilizar pavimento de hormigón.
Como el Viaducto de La Farola fue construido en una de las zonas en que más llueve en Cuba, se hizo necesario emplear grandes lozas de hormigón de 20 cm de espesor para que resistiesen las frecuentes precipitaciones.
Un dato curioso es que en vez de “cortar la loma”, como se solía hacer en la época en que se construyó el Viaducto de La Farola, la obra se levantó sobre grandes vigas de hormigón prefabricado, lo cual supuso un enorme reto desde el punto de vista de la ingeniería en aquel entonces.
El proyecto original de la temeraria obra estuvo a cargo del talentoso ingeniero Isoba García, quien trabajara en otras obras emblemáticas como el Pabellón Cuba y la Heladería Coppelia.
Los proyectistas determinaron hacer una carretera de 6 metros de ancho de hormigón y en los lugares donde el terraplén no daba el ancho, en lugar de ampliar los cortes en la loma, se levantó un viaducto sobre el precipicio con vigas de hormigón prefabricadas, sobre pilotes del mismo material.
La solución contemplaba vigas prefabricadas en forma de T, colocadas perpendiculares al eje de la vía y apoyadas en pilotes de hormigón fundidos in situ de 40 cm de diámetro, con una cimentación en forma de dado, de 1.2 x 1.2 metros y altura variable, anclado a la roca. La obra se inició en abril de 1964 y se abrió definitivamente al tránsito en diciembre de 1965, fue realizada por 514 trabajadores que laboraron en ocasiones jornadas de 17 horas diarias.