La Virgen de Regla es uno de los símbolos religiosos que más se veneran en la capital cubana y la única virgen negra que carga un Niño Jesús blanco en sus brazos.
Esta advocación de María, además de ser parte de la religión católica, es adorada como Yemayá, Madre de Aguas y Fregueté en los cultos sincréticos de origen africano.
El color con el que se representa es el azul y su día se celebra el siete de septiembre de cada año, fecha en que se organizan procesiones para venerarla en su santuario del ultramarino poblado de Regla.
En el año 1992 su santuario, declarado Monumento Nacional, recibió una reparación capital y en la actualidad constituye una de las obras arquitectónicas más significativas de La Habana.
El culto a la virgen de Regla tiene sus orígenes en el año 1687, cuando los agustinos construyeron una precaria ermita de madera en el entonces pueblo de pescadores. En 1692, una tormenta la arrancó de cuajo, pero cuatro años más tarde pudo ser reconstruida gracias a una colecta pública,
En 1708 fue nombrada Patrona de los pescadores del pueblo de Regla, la villa de La Habana y el puerto. Cinco años más tarde, el obispo Juan José Díaz de Espada y Landa decidió convertir el templo en una iglesia parroquial, lo cual se autorizó en 1805.
Gracias a esta designación el poblado de Regla se convirtió en municipio independiente desde 1812 (uno de los más antiguos de Cuba).
Desgraciadamente, el templo no duró en pie todo lo que quizás se hubiese querido, ya que el huracán de 1926 se ensañó con este e hizo que se desplomase en buena parte y que se dañara la imagen de la Virgen de Regla.
Los artesanos habaneros se dieron a la tarea entonces de restaurar tanto la Virgen como el templo, pero no cobraron un solo peso por ello.
En la actualidad el templo de la Virgen de Regla recibe diariamente la visita de gran cantidad de creyentes y turistas, atraídos por el carácter taumatúrgico de la Virgen, la belleza arquitectónica del inmueble y la fina artesanía de los santos que allí se representan.
