A las viviendas ilegales y de precarias condiciones que se construyen cercanías de las carreteras, y a los barrios que han surgido asociados a ellas, se les denomina en Cuba “llega y pon”. Pero en la Isla, aunque parezca poco creíble, los puercos también tienen sus llega y pon, o al menos así se les llama a los corrales colectivos en las afueras de las zonas pobladas, donde los vecinos engordan a estos animales.
Su origen se remonta a finales de la década de 1980, cuando los “guajiros” que se habían mudado a las ciudades y pueblos se resistían a abandonar la costumbre de criar su puerquito; pero el boom de esta iniciativa llegaría con el Período Especial, cuando criar cerdos, más que un hobby se convirtió en una estrategia de supervivencia.
En el reparto Hermanos Cruz, de la provincia Pinar del Río, existe uno de estos llega y pon de puercos. Se trata de un pedazo de tierra en el que Pedro Plancencia, su propietario, ha construido una serie de corrales para la crianza de cerdos.
En alrededor de una hectárea unas 130 personas han construido corrales para criar sus cerdos. Por cada uno de los animales a su cuidado, Placencia recibe 20 pesos al mes. A su vez, exige que el espacio debe ser aprovechado, por lo que, si caben cinco puercos, aunque solamente haya dos, entonces se le debe pagar por los cinco.
Los custodios que tiene contratados garantizan la vigilancia de los animales las 24 horas del día y se encargan de que todo esté en orden desde una garita de vigilancia que se eleva varios metros sobre los corrales.
Pedro asegura que él no es el único que percibe beneficios con este negocio, ya que sus clientes garantizan la carne para sus viviendas o la venden para sacar algún dinero que ayude a paliar sus necesidades.
Los dueños de los cerdos deben levantarse de madrugada a preparar el sancocho, llevarlo hasta el llega y pon de Placencia y luego irse a trabajar. Una vez cumplida la jornada laboral deben regresar para volver a alimentar los animales.
En los llamados llega y pon de puercos no existen los rangos. En ellos llegan cada día médicos, amas de casa, militares, intelectuales y hasta militantes del partido a atender a sus animales y de esta forma garantizar su pedacito de carne sin tener que adquirirla a los estratosféricos precios del mercado de oferta y demanda.