Desde el año 1920, y hasta el triunfo de la revolución cubana en 1959, la Playa de Marianao era uno de los principales puntos de encuentro para el disfrute, y el lugar preferido por muchos trasnochadores.
Marianao fue el lugar escogido por los norteamericanos para crear su puesto de mando tras el fin de la guerra con España. La zona, se fue urbanizando con el tiempo y llegó un momento en que estaba llena de cabarets, balnearios, casas de juego y bares.
En el año 1920 comenzó la ley seca en Estados Unidos, lo cual trajo consigo un incremente del turismo procedente de ese país.
La Playa de Marianao, entre Quinta Avenida y Miramar, se convirtió en aquel entonces en un gigantesco centro turístico en el que predominaba el son y la rumba en cada kiosko de música, los cuales eran frecuentados en su mayoría por vendedores ambulantes, bebedores habituales y elementos de hampa política y social.
En los años veinte, Cuba se encontraba viviendo en cierto modo un periodo de miseria, ya que después de la danza de los millones, cuando los precios del azúcar se dispararon por los cielos, luego cayeron estrepitosamente aún más rápido de lo que habían subido.
Sin embargo, la vida nocturna en la Playa de Marianao mantuvo su vitalidad.
Los amantes de las noches seguían encontrando un lugar en que dar rienda suelta a la diversión en esta Playa, y la última cita solía ser en los locales de la Playa de Marianao, que nada tienen que ver con los cabarets y casinos famosos y los más humildes, como el Kiosko Casanova, El Niche, La Choricera, El Ranchito, La Taberna de Pedro, Los Tres Hermanos o El Chori, donde alcanza gran popularidad con los timbales Silvano Chueg Hechavarría, alias El Chori, hace que en estos lugares se encontrará a Marlon Brando ejerciendo de timbalero; a Agustín Lara, Imperio Argentina, Gary Cooper, Toña la Negra, Ernest Hemingway, María Félix, Josephine Baker o Errol Flynn, todos ellos huyendo de los sitios en que se daba cita la burguesía habanera e internacional.
Los puestos de fritas cubanas se hicieron imprescindibles para los noctámbulos que asistían a diario a la espectacular playa de Marianao y no a bañarse precisamente. Estos puestos de fritas vendían pan con bistec, chicharritas, tamales, albóndigas de carne con pan y otros alimentos. Todos estos puestos emulaban con la calidad y por tanto sus productos resultaban exquisitos, existiendo vida para todos pues como se dice en Cuba: «la playa da hambre».
Después de la Revolución todos los antiguos centros o sociedades se convirtieron en círculos sociales administrados por los sindicatos. Fueron feneciendo y muy pocos tienen buenas condiciones sobre todo de playa que ha ido perdiendo arena y haciéndose cada vez más peligrosa para los niños y más adecuada para ir a tomar cerveza a granel y ron baratos. Del antiguo esplendor de la Playa de Marianao no quedan ni los anuncios lumínicos y donde estaba el Coney Island hay ahora un parque llamado la Isla del Coco del cual dicen que a veces funciona algún aparato.