No son pocos los edificios en La Habana que, por su cuidada y magnífica estética, causan sorpresa y admiración cuanta persona visita la ciudad. Un ejemplo fiel es el caso de la Estación Central de Ferrocarriles de Cuba, situada en el corazón de la Habana Vieja, concretamente entre las calles Egido y Arsenal.
Ciertamente, se trata de una de esas edificaciones que se constituyen símbolos de la capital. Fue declarado el 14 de diciembre de 1983 Monumento Nacional, como parte del Patrimonio Arquitectónico del Casco Histórico de la Capital.
Contando en sus instalaciones con locomotoras históricas, algunas tan antiguas como las que se fabricaron a mediados del siglo XIX, y en gran estado de conservación; se puede considerar un verdadero museo del ferrocarril, haciéndole honor a la historia y tradición de ese medio de transporte en la nación, pues Cuba dispuso de ferrocarril desde el año 1837, siendo el tercer país del mundo con este servicio.
La historia de este edificio es amplia. Inaugurado en el año 1912, como oficina central de operaciones de la compañía Ferrocarriles Unidos de Cuba y de la Havana Central Railroad, su majestuosa estructura arquitectónica integra líneas sobrias y elegantes con elementos pertenecientes al período renacentista español, un ejemplo de ello son sus suntuosas paredes barrocas.
Elementos como sus amplios ventanales, sus torres y balcones con extensas barandas, junto a la marquesina que cubre parte de los portales laterales resaltan a la vista de quienes transitan por sus alrededores.
Esta venerable edificación se levanta a cien pies de la calle Egido y se halla escoltada por dos fragmentos de la Muralla de la Habana, antigua barrera de piedras que resguardo la originaria villa devenida en capital; y que para 1863 con la aprobación de urbanización de terrenos extramuros es derribada.
Igualmente, la estación posee tiene en su frente un amplio parqueo pavimentado con adoquines, evocando el recuerdo de las plazas habaneras coloniales, y es además un lugar de gran relevancia para el tránsito y el estacionamiento de vehículos.
El alto edificio se encuentra circundado por extensos portales y conchas de estilo Salamanca que decoran sus diferentes fachadas. A su interior, y guiando el camino hacia las plantas superiores una ostentosa escalera de mármol de Carrara lleva hacia las oficinas administrativas.
También son altamente atractivas sus antiguas y gigantes puertas de madera preciosa que alcanzan increíbles matices a partir de la combinación entre la caoba y el cedro cubano con cristales europeos. Estas puertas brindan acceso al salón de espera que, al estilo de un patio central techado, se soporta sobre columnas pilastras enchapadas igualmente en mármol, todos ellos otorgando privilegio al espacio y la luz natural.
Es válido destacar que el área total que comprende la Estación se encuentra rodeada por un enrejado que combina muros y columnatas de granito con verjas de hierro terminadas en puntas de lanza.
Cuando aquel que la visita camina hacia el Patio Ferroviario de la Estación, nota los sectores techados de la plataforma y los extensos andenes de doble estacionamiento con cubiertas de zinc galvanizado apoyadas en vigas y arriostres de acero y uniones remachadas, brindándole al espacio una requerida sombra a la par que garantiza la necesaria iluminación y ventilación.
En sus inmediaciones el visitante podrá divisar diversas casas, solares y antiguos edificios que confluyen en la barriada de Jesús María. De igual manera destacan, entre los espacios que rodean la instalación, llamativos rincones como algunos tramos de la antiquísima Muralla de La Habana, el museo del Ferrocarril, la Casa-Museo de José Martí y el acogedor café-restaurante El Baturro.
Como también son de gran interés los lugares que, ya un poco más distantes, se pueden encontrar en el recorrido por la zona donde se enclava la Estación, dígase, por solo mencionar alguno de ellos, los Antiguos Almacenes de San José o el Capitolio.