Cuando faltan 9 días para la Jornada Cívica del colectivo opositor Archipiélago en distintas ciudades de Cuba, el Gobierno ha lanzado una intensa campaña mediática para desacreditar a sus integrantes o amedrentar a las personas que habían manifestado su deseo de manifestarse en el espacio público. Para las autoridades, la protesta responde exclusivamente a los intereses de Estados Unidos y al anticastrismo más cerril.
El colectivo Archipiélago es, sin embargo, una novedad política sin precedentes desde 1959 y el resultado de un estallido social que nadie vio venir el pasado 11 de julio. En aquella ocasión, la calle fue ganada especialmente por jóvenes empobrecidos y sectores de la comunidad afrocubana de los principales centros urbanos. A ellos se ha sumado una nueva generación de disidentes que no responde al estereotipo del exiliado conservador. El dramaturgo Yunior García Aguilera es uno de sus principales referentes y el principal centro de la difamación estatal en este momento.
La televisión presentó hace unos días el testimonio de un agente de la seguridad, Carlos Leonardo Vázquez González, alias ‘Fernando’, quien se hizo pasar por un médico disconforme y acusó al director teatral de haber participado dos años atrás en España de un taller organizado por la universidad estadounidense de Saint Louis y que giró alrededor del rol militar en una transición política.
En ese encuentro estuvo el expresidente español Felipe González. La televisión cubana lo presentó como el responsable de la creación de los GAL, «responsables de secuestros, torturas y asesinatos». Fernando dijo que el dramaturgo «sabe» que la marcha del 15-N «está buscando» el enfrentamiento «de las Fuerzas Armadas con el pueblo. «Y eso no lo permitiremos», remachó.
El programa manipuló imágenes para mostrar a Yunior García con la bandera estadounidense. A su vez, en un acto de nostalgia por los años del socialismo real en Europa del Este, lo comparó con el dramaturgo checoslovaco Václav Havel, uno de los líderes de Carta 77, el grupo que lideró la llamada «revolución de Terciopelo», en 1989. El presidente Miguel Díaz Canel celebró en Twitter la ofensiva mediática. Si algo no quiere es otro 11-J.
La aparición de García Aguilera en las pantallas le ha convertido en una suerte de chivo expiatorio. Ha tenido incluso que escuchar acciones de repudio frente a su casa. «Entiendo la necesidad del régimen de buscarle la quinta pata al gato para negar lo obvio: Archipiélago y la Marcha son propuestas totalmente genuinas, nacidas dentro de Cuba, como resultado de la crisis económica, política, social, cultural y moral que sufrimos los cubanos», ha respondido el dramaturgo. «Espero sinceramente que el doctor tenga más talento como médico que como agente encubierto. No le deseo ningún mal», ha ironizado sobre el denunciante.
«Muchos ciudadanos se mantienen paralizados por los efectos del acoso policial y de la seguridad del Estado», denuncia la Comisión de Apoyo y Protección a los Manifestantes, una organización creada para articular denuncias de afectados por la represión de las autoridades. El Gobierno «decidió intensificar la violencia política» y ha contribuido a «exacerbar las contradicciones, la radicalización y la polarización de la ciudadanía en la isla y la diáspora».
La comisión ha documentado despidos laborales, hostigamiento, la obligación de dejar constancia por escrito de que no se participará de la protesta, persecución por posicionamientos críticos o un simple «me gusta» a publicaciones que circulan en las redes sociales, seguimiento de las comunicaciones, «reclusión domiciliaria sin causa formada», «detenciones arbitrarias», interrupción de los servicios de internet, «secuestros», imposición de multas y «campañas de criminalización».
Archipiélago ha llamado a protestar con imaginación para quienes no se atrevan a salir a la calle el próximo 15 de noviembre, colocando sábanas blancas en balcones o ventanas, o vestirse de ese color.