El año 2009, fatídico para la política cubana, fue el de mayor cantidad de defenestraciones «express» en la historia de la cúspide de poder comunista en la isla, con tal vez la mayor conspiración interna al Partido Comunista (PCC) contra la gerontocracia castrista.
Sin embargo, ninguno (o casi ninguno) de los destituidos fue a parar a prisión, aún cuando sus actos son perfectamente considerados como de «traición a la patria».
Todos los implicados en el «explote» pasaron inmediatamente después a «desempeñar otras funciones», quedando como simples ciudadanos y como si no hubiera pasado nada.
Personalidades como el mismísimo vicepresidente Carlos Lage, el canciller Felipe Pérez Roque y subordinados (como Otto Rivero y Carlos Valenciaga) quedaron expulsados, sí, pero mantuvieron su acomodado estilo de vida, con casas en Nuevo Vedado y sus automóviles con «asignación especial de combustible».
Con este pretendido escarmiento, Raúl Castro logró construir su liderazgo, librarse de las sombras de la gestión de su hermano, y distribuir el poder real y la economía del país en manos de los militares.
De esta forma, Raúl prosiguió con el hábito de su hermano de buscar un chivo expiatorio a quien culpar por todos los platos rotos (aunque la acusación no fuera convincente).
Carlos Lage fue responsabilizado por cuanta medida económica causó malestar y rechazo popular en su tiempo, como la eliminación de la «jaba» mensual y la estimulación salarial en Pesos Convertibles (CUC) para los empleados de las empresas estatales.
Los antiquísimos panzones de verdeolivo eliminaron así la amenaza de Lage como gestor «incorruptible» y la de su aliado, el canciller Felipe Pérez Roque (el ministro de Relaciones Exteriores cubano con peor desempeño de la historia del régimen).
Una de las razones de la impopularidad de Pérez Roque recaía en la rivalidad que ostentaba contra Roberto Robaina (a quien sustituyó como canciller) desde sus tiempo en la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y en la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). Robaina, a diferencia de él, gozaba de una inmensa popularidad y constituía un paradigma para su generación.
Lage, por su parte, ha levantado gran polémica tras su «reaparición» pública, al compartir un vídeo donde comentó sobre la crisis política actual cubana, la peor del régimen castrista. Su salida en 2009, pese a ser brusca e inesperada, fue también bastante indulgente.
En lo que la población se entretenía con las decapitaciones, pocos se percataron de los movimientos de los empresarios-militares dentro la economía cubana.
Cabe destacar que Lage no hizo ni una mención a Raúl Castro durante todo el video que circula en internet, y que dijo que su destitución no tomó por sorpresa a su círculo cercano.
La mayoría de los defenestrados, los que suman un centenar entre “dirigentes” de mayor y menor rango, esperaban el giro con la llegada de Raúl al poder, por lo que decidieron bajar la cabeza y no resistirse a lo inevitable.
Resulta importante resaltar asimismo que Carlos Lage no ha “resurgido”, sino que lo han hecho resurgir, y los motivos pueden ser muchos. No por gusto en la grabación se habla de “inflación” y de “cambios profundos”. Pero no hay que dejarse engañar: los decapitados solo hablan en los actos de circo y en las películas de terror.