El que una vez fuera el célebre restaurante Moscú, un destino turístico fijo en las noches habaneras pre-Revolución, ahora se enmarca dentro del ruinoso y abandonado edificio Sihay.
La esperanza de que el Moscú recupere algún día su gran esplendor de centro cultural por excelencia del Vedado se disipa más con cada día.
La edificación se halla en la céntrica calle P, entre Humboldt y 23, con casi 100 metros de largo y más de 30 de ancho.
El Moscú fue un concurrido cabaret antes de 1959, conocido por aquellos tiempos como Montmartre y frecuentado por personalidades de renombre nacional e internacional como Benny Moré, el jazzista norteamericano Cab Calloway, Lola Flores, Edith Piaf, Joséphine Baker y María Félix.
El lugar contaba con 2 suntuosos bares y hasta un casino. Su accionista mayoritario era el mafioso Meyer Lansky.
A la sala de juegos eran asiduos varias personalidades siniestras de la época, como es el caso del Jefe del Servicio de Inteligencia Militar de la tiranía batistiana, Antonio Blanco Rico, y de Orlando Piedra, Jefe del no menos siniestro Buró de Investigaciones y mano derecha de Batista. El primero recibió su merecido por parte de un comando del Directorio Revolucionario, dentro del mismo cabaret, en la madrugada de un día de octubre de 1956. Sin éxito, el segundo fue blanco se una tentado parecido.
La cultura culinaria eslava distinguía al Moscú de entre los restaurantes capitalinos, incluyendo sus famosos caldos Borschs, los Pelmeni y el socorrido Shashlyk, acompañado de una ambientación rusa auténtica. Lástima fue que el local fuera arrasado por un incendio en 1989.
Su reconstrucción ha sido una tarea pendiente desde hace décadas, postergada por requerir una esfuerzo considerable y estar en manos de nadie.
La verdad es que esta edificación icónica, otrora un restaurante de referencia a nivel mundial, necesita urgentemente la intervención de alguien que asuma su rehabilitación. El sueño es que el emplazamiento retome su actividad como épocas pasadas, o transformado en parque o salón de baile, aunque no le llegue ni al meñique de lo que un día fue.