La pizza en Cuba es uno de los platos por excelencia en cuanto a comidas rápidas se refiere, llegando a ser tan popular que ya es casi tan cubana como bistec en cazuela, el congrí y la yuca con mojo.
Nos referimos, por supuesto, a la pizza cubana, la cual cuenta con menos diámetro que la italiana, pero que suele ser más gruesa; menos crujiente y más suave. El cubano promedio no tiene la costumbre de ingerir pizza con condimentada con albahaca y orégano, que son esenciales en la pizza Margarita.
La cocina italiana comienza a conocerse en Cuba durante el siglo XIX, siendo en aquel entonces la exquisitez de la burguesía criolla. No es hasta los años comprendidos entre 1940 y 1950 que comienzan a cobrar fama en La Habana algunos restaurantes de la cocina italiana, aunque ya para ese entonces las pizzetas se habían convertido en una excelente opción para quienes no contaban con mucho tiempo para esperar por un plato más demorado.
La pizza cubana comienza a cobrar vital importancia para los cubanos en los años sesenta, cuando además de ser una comida rápida y barata. Junto con el huevo y el chícharo fueron los platos más socorridos y recurridos de aquellos días, lo que llevaría a Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, a decir que el monumento a la Revolución, de hacerse, debía ser redondo.
¿Quién que las vivió no recuerda aquellas colas inacabables a las puertas de una pizzería? Valía la pena aquella fila enorme porque, si se entraba al establecimiento, se «resolvía» el día con la oferta del lugar: platos bien hechos y baratos, pues tanto la pizza como el espagueti y la lasaña se expendían, cada uno de ellos, a un peso con veinte centavos de entonces.
Actualmente el sector privado ha enriquecido la presencia italiana en la Isla, pero aun la pizza criolla de masa gorda y suave, que se puede adquirir entre los 10 y 15 pesos cubanos, sigue siendo una alternativa por excelencia para los cubanos para “matar el almuerzo”.