Coronavirus en Cuba: la crítica situación de los hospitales de la isla en el peor momento de la pandemia

Luisa del Llano

Cuba vuelve a amanecer con cinco fallecidos por la COVID-19 y 3508 nuevos casos positivos a la enfermedad

“Nadie imagina el dolor que estoy pasando en estos momentos. Nadie imagina el sufrimiento que tenemos todos en casa”, expresa Lenier Miguel Pérez, un cubano residente en Matanzas, en el occidente de la isla, que dice que no sabe cómo seguir adelante con su vida, que está “con rabia de tanto dolor”.

En solo dos semanas, según cuenta, pasó de recorrer los hospitales de su provincia, en busca de atención médica para su hijo, a perder a su mujer embarazada, Lydda María Rivero, de 23 años, a punto da dar a luz a su segundo bebé (que también falleció).

“¡Qué dolor tan grande es perderlos a los dos a la misma vez y el mismo día!”, expresa Pérez. Según su testimonio, que se verificó con dos personas cercanas a la familia, todo comenzó cuando al niño de ambos, de 4 años, le dio fiebre en la noche del 22 de junio.

“Al otro día mi mujer y yo corrimos con él al policlínico para descartar lo que sucedía. Le hicieron un test rápido y dio positivo a coronavirus”, agrega.

Pérez recuerda que, dado el embarazo de su esposa, fue él quien decidió acompañar al niño durante la hospitalización. Entonces, cuenta, fue cuando empezó su odisea: tuvo que esperar todo un día para que su hijo pudiera ser trasladado a un hospital, por falta de camas.

“23 de junio. Todo el día esperando y nada. Ni una visita de un doctor. (Había) un padre rabiando de dolor, era positivo (al coronavirus) y no había nada que darle de tratamiento”, cuenta.

Según recuerda, ese día, sobre las 10:00 pm, llegó un bus para trasladarlos finalmente al hospital, pero cuando llegaron, no había espacio para los menores.

“Llega una doctora de guardia y nos dice: ´El hospital está colapsado. No hay camas para los niños, solo podemos dejarlos en el pasillo a esperar a que le den altas a los que están (ingresados) para poderlos ubicar. No se sabe si es en la mañana o en la tarde o al otro día, porque todo está lleno´”.

Los padres dijeron que no se bajarían del autobús, que no permitirían que sus hijos se quedaran tirados “en un pasillo de un hospital donde lo que se respira es enfermedad”.

Los padres, cuenta, comenzaron a deambular durante toda la noche por la provincia llamando y buscando dirigentes del Partido Comunista o autoridades que le dieran una respuesta.

Finalmente sobre las 8 del día siguiente lograron conseguir un lugar en el hospital, aunque Lenier y su hijo fueron después trasladados a otra clínica tras confirmarse el resultado positivo del menor.

Dice que entonces estaba más tranquilo, hasta que recibió un mensaje preocupante de su esposa: ella, también, se había comenzado a sentir mal.

Lydda María había ido al médico. Un test rápido, sin embargo, arrojó inicialmente un resultado negativo al covid-19. Como seguía sintiéndose mal, recuerda Lenier, volvió otra vez al policlínico.

“Estuvo un día (esperando) en el policlínico porque le dijeron que había una cama para ella en Maternidad en Matanzas, pero no había en qué trasladarla. La trasladan al otro día en la mañana. Le llevan al hospital de Maternidad y bum…No hay cama para la embarazada. Se la llevan al Faustino (otro hospital), llega, le hacen un test rápido y le da positivo. Para atrás de nuevo. No podía estar en el Faustino porque dio positivo”.

Tras otras peripecias por otros lugares ese día, la esposa de Lenier fue admitida en un centro de aislamiento.

“Ahí pasó hambre, dolores, malestares. Atendían a las embarazadas en la misma cama porque no había dónde. Se bañaba con agua fría, lo cual le avanzó más la neumonía que le descubrieron a última hora antes de su fin. (Tenía) falta de aire y no había boquilla para poder darle aerosol a ella, asmática y embarazada. No podía más y la trasladan al Faustino de nuevo porque ahí en donde estaba no había condiciones de nada. Eso era un infierno”.

Pérez cuenta que después su esposa volvió a ser traslada cuando se agravó su situación, esta vez a un hospital militar, donde tuvo mejores condiciones.

“De repente le encuentran que tiene neumonía y seguían las crisis de asma y le ponen medicamento, a esperar 72 horas. Martes 6 (de julio) muere, no aguantó tanta espera y sufrimientos de tantos días anteriores. Primero con lo del niño y después con ella”.

Testimonios como el de Lenier se hacen cada vez más frecuentes en Cuba, donde todo el sistema de salud es público.

La isla vive desde hace un par de meses el momento más crítico de la pandemia y una de las peores crisis de salud en América Latina.

Aunque logró mantener el coronavirus contenido durante gran parte de 2020, Cuba es actualmente el lugar con el más alto número de contagios por nivel de población de todo el continente y uno de los primeros del mundo.

En los últimos meses, fotos, testimonios y videos publicados en redes sociales dan cuenta de farmacias vacías y hospitales y centros de aislamientos llenos, con personas durmiendo -y hasta muriendo- en los pasillos.

También se reportan denuncias de enfermos que han fallecido en sus hogares por carencia de atención médica o esperando para ser trasladados de urgencia a centros hospitalarios.

Tras las masivas protestas del pasado 11 de julio en la isla, decenas de cubanos tomaron las redes sociales para quejarse del amplio despliegue de policías y agentes en buses, camiones y carros para reprimir a los manifestantes cuando el gobierno había alegado antes que no tenía gasolina para las ambulancias.

Tras ver los modernos equipos antimotines, sacados por primera vez en las calles del país, muchos cuestionaron también por qué el país había gastado su dinero en estos dispositivos en lugar de comprar medicamentos para hacer frente a la crisis sanitaria.

Por otro lado, médicos cubanos han utilizado también las redes sociales no solo para pedir a la población de la isla que se proteja, sino también para exigir mayor respeto hacia su trabajo, que en muchas ocasiones realizan en las más difíciles circunstancias.