Las protestas de miles de cubanos que se echaron a la calle el domingo 11 de julio lograron que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, fijara su atención en la isla.
Pero lo hizo para criticar con dureza al gobierno de Cuba, una postura que aleja la posibilidad de reconciliación entre ambos países y el esperado levantamiento de algunas sanciones por parte de Washington.
En sus declaraciones del jueves, Biden «evidentemente ha decepcionado a muchos (en Cuba) que esperaban, no que volviera a las políticas de (Barack) Obama, pero sí que revirtiera las más crudas y burdas medidas de (su antecesor republicano Donald) Trump», dijo el académico y ex diplomático cubano Carlos Alzugaray en un entrevista ofrecida a a la agencia AFP.
«Sin dudas hubo muchas cosas (en sus anuncios electorales) por las cuales hubo expectativas», agregó.
Como candidato, Biden se había mostrado dispuesto a restaurar los avances logrados durante la gestión de Obama, levantando las restricciones sobre las remesas y los viajes a Cuba.
Esta semana miles de cubanos se lanzaron a la calle al grito de «tenemos hambre», «abajo la dictadura» y «libertad» en decenas de ciudades y pueblos para protestar por las penurias y las crecientes dificultades.
Las protestas dejaron un muerto, decenas de heridos y miles de detenidos, de los cuales al menos 500 están reportados como desaparecidos.
Biden y el presidente cubano Miguel Díaz-Canel se responsabilizan mutuamente de la situación.
Cruce de acusaciones
El mandatario cubano acusó a Estados Unidos de instigar y financiar las revueltas, mientras Biden se refirió el jueves a Cuba como «un Estado fallido que reprime a sus ciudadanos».
Ante la peor ola de COVID-19 en la isla, también se ofreció a enviar vacunas a condición de que una organización internacional las aplique en Cuba, el único país de la región que desarrolló sus propios inmunizantes.
Pero no va a permitir el envío de remesas desde Estados Unidos. «No haría eso ahora», porque es probable que «el régimen confisque esas remesas», afirmó.
Con esas declaraciones «demuestra una ignorancia total de la situación cubana», dice Alzugaray.
«Un Estado fallido es aquel que para complacer a una minoría reaccionaria y chantajista es capaz de multiplicar el daño a 11 millones de seres humanos», respondió el viernes en Twitter Díaz-Canel.
Reconciliación difícil
Para Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano, un centro de análisis con sede en Washington, «las protestas han puesto a Cuba en la agenda de Washington otra vez. Pero al mismo tiempo han hecho muy difícil, si no imposible, que la administración Biden levante las medidas punitivas» de su antecesor.
Seis meses después de la llegada del demócrata Biden a la Casa Blanca, «los cambios (en la política estadounidense) no se ven, las medidas del bloqueo siguen en vigor», lamentó esta semana el canciller cubano Bruno Rodríguez.
La derecha del exilio cubano exige mano dura con La Habana, la estocada final.
Si el jefe de la Casa Blanca intenta «suavizar y flexibilizar» hacia un «enfoque más humanitario será duramente criticado por los republicanos, por ceder demasiado al régimen. La política está estancada», dice Michael Shifter.
Pero el artífice del acercamiento con Cuba durante el gobierno de Barack Obama, el ex consejero de Seguridad Nacional Ben Rhodes, exigió el martes a Biden que actúe.
«Los cubanos han expresado con valentía sus frustraciones y han ejercido sus derechos universales de formas verdaderamente inspiradoras. Deberíamos pensar sobre todo en qué podemos hacer para ayudarlos», dijo, sugiriendo el envío de alimentos, medicinas y de permitir el flujo de remesas.