Pese a que el Gobierno de Miguel Díaz-Canel prometía ser más abierto al cambio y al respeto por los Derechos Humanos cuando tomó el poder de Cuba, el dirigente reiteró este lunes que el derecho a la libertad de expresión se mantendrá en la isla con el mismo estado que ha sostenido por los últimos 60 años: «La libertad de expresión en la revolución sigue teniendo como límite el derecho de la revolución a existir».
El continuador de la Revolución de los Castro aseguró que en Cuba existe y siempre ha existido un «espacio para todo y para todos», con excepción de para aquellos que «pretenden destruir el proyecto colectivo» (eufemismo utilizado para el plan del Partido Comunista, el único legal en la isla).
Los llamados «oportunistas y mediocres», según el mandatario, son parte de esas figuras de excepción a las que no se debe ceder «poder sobre la creación», pues así los «mercenarios» desprestigiarán el abanico cultural cubano.
A 60 años de que Fidel Castro pronunciara su discurso «Palabras a los intelectuales», el nuevo presidente de Cuba defendió el derecho del Gobierno cubano, proclamado en junio de 1961, de excluir de la sociedad a quienes no piensen de acuerdo a el dogma comunista implantado.
En el acto de aniversario, celebrado este lunes en la Biblioteca Nacional, fueron condecorados personalidades como la cantante Beatriz Márquez o el cantautor Gerardo Alfonso.
Díaz-Canel, para sorpresa de muchos, no defendió que estuviera haciendo un buen trabajo como gestor, ni que a la política deben llegar aquellos capaces de administrar eficientemente un país, sino que confesó que tanto él como sus funcionarios están «aprendiendo».
El gobernante, a pesar de admitir su insuficiente preparación, aclaró que no va a «regalar la revolución ni sus espacios», que deben aprender a gestionarlos mejor, apuntando que «mientras mayor calificación y experticia tengan las personas que lideran los espacios culturales, se apreciarán las obras con mayor rigor y justicia».
La apropiación de los espacios se corresponde con la ocasión en que el mandatario clasificara al sector no estatal, es decir, a la iniciativa privada, como perteneciente al Partido Comunista.
El gobernante resaltó que «sin la revolución, la deslumbrante cultura cubana de nuestra época no sería», obviando la dilatada lista de artistas cubanos que viven o han vivido fuera de la isla y que están prohibidos dentro Cuba, como Guillermo Cabrera Infante y Celia Cruz.
Destacó que esos creadores, que «un día rompieron con la revolución por disímiles causas», aportaron al patrimonio cubano «obras inseparables del curso revolucionario de nuestra historia», ignorando también que los medios de comunicación no los pueden ni nombrar.
Incluso llegó a afirmar que «el Gobierno ha cuidado particularmente a la Cultura, a los artistas e intelectuales», en medio del asedio constante que sufren estos miembros independientes de la sociedad civil.
El embargo, como se esperaba que pasaría, también recibió una mención del dirigente, en relación a las pérdidas de dinero de los tres últimos años y a los «adversarios» que pretenden derrocar el sistema vigente.