La historia casi olvidada de la Ermita de los Catalanes en La Habana

Andrés Parra

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Ermita de los Catalanes en La Habana

La historia de la Ermita de los Catalanes tiene su propia cuota de curiosidad. Inicialmente, esta iglesia no ocupaba el lugar que hoy conocemos, en la pequeña elevación de la Avenida de Rancho Boyeros en La Habana. Su ubicación original se encontraba donde ahora se alza el Monumento a José Martí, en la Plaza de la Revolución, antiguamente conocida como Loma del Tadino.

Comúnmente llamada La Ermita de los Catalanes, y situada en el kilómetro 8 ½ de la Avenida de Rancho Boyeros, esta iglesia ha alimentado los sueños y fantasías de muchos de los miles de personas que transitan a diario por esta concurrida vía de la capital cubana. Su posición en la cima de una colina, rodeada de frondosos árboles, da la impresión de que flota entre las nubes.

La historia de este templo se remonta a 1885, cuando el padre Pere Muntadas, junto con los directivos del Centro Catalán de La Habana y otras asociaciones, concibieron la idea de construir una iglesia dedicada a la Virgen de Montserrat.

De acuerdo con documentos de la época, se formó una comisión para encontrar un lugar que evocara la Montaña de Montserrat en la Isla de Cuba. Esta comisión seleccionó la Loma del Tadino, que a partir de entonces se conocería como la Loma de Montserrat o Loma de los Catalanes.

Desde entonces, se inició una campaña de recaudación popular para la construcción y decoración del templo. En 1886, se colocó la primera piedra de la Ermita, aunque diversos contratiempos retrasaron su finalización hasta el 24 de julio de 1921. No obstante, esta vez en los terrenos donde hoy se encuentra el Memorial a José Martí, en la Plaza de la Revolución, antes conocida como Loma del Tadino.

La inauguración de la primera ermita tuvo lugar el 24 de julio de 1921, después de años de esfuerzo y trabajo por parte de la Colonia Catalana en Cuba. Esta iglesia original no tenía la forma que presenta en la actualidad, y aunque existe la creencia popular de que fue trasladada hasta su ubicación actual «piedra a piedra», esto es simplemente una leyenda.

La presencia de la Iglesia de Nuestra Señora de Montserrat en esos terrenos fue efímera, ya que en 1951 el gobierno expropió los terrenos de la Ermita para llevar a cabo el proyecto de la Plaza Cívica y el Monumento a José Martí.

Cuando la estructura original fue demolida, la Sociedad Catalana de Beneficencia solo pudo rescatar algunos mármoles, el altar, la virgen, los vitrales y las ventanas plomadas, que hoy en día forman parte del templo.

A comienzos de 1951, se iniciaron las labores de adaptación de los terrenos adquiridos para la construcción de la nueva iglesia, a cargo de los arquitectos Vicente J. Sallés y Francisco G. Padilla. Se eligió como modelo a seguir la Iglesia de S’Agaró, en Cataluña, considerada una genuina representación de la arquitectura mediterránea.

La actual Ermita de los Catalanes quedó finalizada en su totalidad en 1954. Consta de tres naves y mide 28 metros de largo, con una fachada de 22 metros de altura.

Para muchos, la Ermita encapsula la presencia de los catalanes en la mayor de las Antillas. Hasta hoy, los devotos de la Virgen de Montserrat acuden al templo para asistir a misa y otras ceremonias religiosas. También se celebra allí la fiesta de la Rosa de Abril, donde hombres y mujeres lucen en el pecho la simbólica flor, como muestra de fe y esperanza.