Arsenio Rodríguez, el ciego cubano con la voz maravillosa

Luisa del Llano

Arsenio Rodríguez, el ciego cubano con la voz maravillosa

Siete años tenía el pequeño Arsenio Rodríguez cuando la vida le apagó para siempre el brillo de sus ojos. Todo sucedió en una tarde de inocencias mientras él y su amigo jugaban a montar a caballo, solo que los corceles eran escobas.

En cuestiones de segundos el mango de la escoba de Arsenio golpeó a una mula que andaba cerca y el animal le pateó fuertemente la cara. Sus ojos comenzaron a sangrar y aunque mucho hicieron los médicos, no pudieron evitar la tragedia. Para intentar restaurarle la visión de su ojito derecho le fue removido el ojo izquierdo, sin embargo, todo fue en vano. Meses más tarde quedó completamente ciego.

Quizás esta dificultad fue la que le hizo despertar aun más su sensibilidad por la creación musical. Fue el carpintero Víctor Feliciano quien le enseñó a tocar algunos instrumentos y las cuerdas avivaron sus deseos de crear. Entonces, el talento de este hombre que tocaba casi de oído, sorprendió tanto que comenzaron a llamarlo “El ciego maravilloso”.

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Arsenio cultivó intensamente su capacidad musical y llegó a convertirse en uno de los más grandes exponentes de la música en América Latina y el Caribe. Corría la década de los 50′ y muchas de las grandes bandas de moda dejaron de hacerse sentir, pero la música defendida por Arsenio brillaba más que nunca, gracias al inconfundible son.

El ciego maravilloso fue también muy versátil con el tres y poco a poco consolidó una sonoridad y permitió el desarrollo de los géneros musicales bailables en Cuba.

Su labor como director de conjuntos lo condujo una y otra vez al éxito, porque fue Arsenio un hombre muy innovador. Se dice que introdujo las tumbadoras, el piano y tres trompetas en la concepción musical de las agrupaciones soneras y la invención resultó todo un boom musical.

Más de 200 composiciones figuran en su extensa obra, marcada por un ingenioso humor criollo, pero también de una bella lírica, capaz de removerle el alma a cualquiera. Así, transformaba todo suceso y las apreciaciones sensoriales en exquisitas melodías.

En una oportunidad, Arsenio emprendió viaje hacia los Estados Unidos con la esperanza de someterse a una operación para restaurar su visión. Un prestigioso médico le propuso hacerle un implante de córnea, pero el milagro nunca fue posible. De aquella fatal experiencia, el virtuoso músico nos legó una de sus canciones más sentidas: La vida es un sueño.

De sus cotidianas experiencias nacieron grandes éxitos como aquel suceso en el quinto piso del edificio 23 Este, de la calle 110, entre Madison y la Quinta Avenida. En cuestión de instantes una gran humareda se adueñó del lugar, pero no pudieron comprobar que fuera un incendio. El compositor cubano logró salir del edificio y una voz gritó: “Hay fuego en el 23 de la calle 110. De aquella historia nació el popular tema que lleva esta frase.

Temas tan populares como Bruca maniguá, El divorcio, Papa upa, El reloj de Pastora y La yuca de Catalina todavía se encuentran en la memoria de no pocos cubanos. Y es que el inconfundible su estilo inspiración para muchos, especialmente para aquellos músicos que cultivan el son y la salsa.