Da igual si puede que tenga “más años que el Morro” o que muchos de sus antiguos colegas ya no estén físicamente con nosotros: como mismo a ha hecho durante casi todo el siglo XX, Juana Bacallao sigue siendo una showoman y todavía utiliza sus vestidos de lentejuelas y se maquilla como una diva en cada una de sus subidas al escenario.
Bautizada por el maestro Obdulio Morales como «La Diosa negra de los cabarets cubanos», Juana Bacallao ha mantenido su sello único al combinar letras de canciones con textos trágicos o burlescos, grandilocuente gestualidad y luciendo los vestidos extravagantes, lo cual la ha hecho marcar todo un hito en la historia del cabaret cubano desde los años 50 hasta la fecha.
“La vida del arte es una vida de mucha lucha… Juana se hizo sola. No tengo edad. Soy una mujer que se mantiene”, comentó en una ocasión.
Siempre ha sido un personaje polémico, que rompía esquemas y hasta hacia sonrojar a más de uno con su mezcla de chistes picantes y parodias. Todavía hoy, cuando sale a escena, jóvenes y viejos, cubanos y extranjeros, se levantan para aplaudirla.
Los aplausos han acompañado a Juana Bacallao en cualquier escenario que se ha presentado, pero ella siempre dice que donde más viva se siente es en los escenarios cubanos, los que la vieron nacer como artista y los que la convirtieron en la figura que es.
Destacadas figuras del mundo de la música han compartido junto a Juana Bacallao en sus presentaciones. Tal es el caso de Nat King Cole, Bola de Nieve, Celeste Mendoza, Ninon Sevilla, Cantinflas, Rosita Fornés, Omara Portuondo, Rafaela Carrá, Benny Moré, Chano Pozo, Elena Burque, entre otros.
Conoció Estados Unidos, Francia, México, Venezuela, República Dominicana y España. En París, Juana Bacallao apareció en la Opéra-Comique en tres ocasiones, cada una de ellas fue un éxito rotundo.
En los tiempos en que nadie imaginaba que alguna vez se inventarían los celulares ella llevaba siempre en la cartera el auricular de un teléfono convencional. En cuanto llegaba a un lugar donde se reunía un grupo considerable de personas, abría la cartera, sacaba el auricular y comenzaba a hablar y a dar órdenes diversas: «Ténganme lista la comida que ya voy para allá… Díganle al peluquero que me espere… No encuentro la dirección ¿me la puedes repetir? etc., etc., etc».
En la noche, cuando se encontraba con alguien que le decía que hacía mucho tiempo no la veía, ella contestaba a toda voz: Yo no salgo de día, porque las estrellas solo salimos de noche.
Juana más que artista es todo un personaje. Su forma de vestir siempre fue la más llamativa y estrambótica de todas, aunque ha lucido ropa de calidad. Largos pendientes, empinados tacones y sus inseparables pelucas han recorrido con ella las calles de La Habana, haciendo que llegase a convertirse en uno de los más populares personajes citadinos.
Como también ha pasado con muchos artistas y celebridades, también le ha tocado vivir momentos oscuros durante su carrera. Hubo una época en la que creó una fuerte dependencia del alcohol que provocó que ya no luciera tan acicalada como de costumbre y que se paseara por las calles del Vedado en un estado que nada tenía que ver con la Juana Bacallao de siempre.
Un buen día desapareció de todos los radares y otro, mucho mejor, apareció nuevamente, aunque ya curada del mal de empinar el codo en el que nunca más volvió a caer.
Una vez recuperada su fuerza, Juana Bacallao regresó a su entorno y con mucha valentía y dispuesta a recuperar el tiempo perdido, volvió a ser la que era frente al exigente público de los cabarets nocturnos… Volvió a ser ella y mucho más.
Juana Bacallao es todo un fenómeno de esos que encierra el misterio de la propia vida y por encima de todo, simple y sencillamente eso, ¡Cubanísima!