Amanecer cada cuatro de diciembre junto a la imagen de Santa Bárbara es una tradición de arraigo popular en Güines, una ciudad, como casi todas las urbes cubanas, signadas por un proceso histórico que el investigador Don Fernando Ortiz definió como transculturación.
Y así es la cultura de esta zona de la geografía habanera. En ella convergieron el español y el negro, el criollo y el mulato; mezcla inconfundible de costumbres, tradiciones y religiones.
Los negros llegaron con sus adoraciones, los españoles tenían las suyas y hubo que sortear no pocos escollos para que, en definitiva, unos y otros, que también somos los de hoy, asumiéramos como nuestras las deidades heredadas de ancestrales tiempos.
En Güines, el barrio de Leguina, bien pudiera definirse como patrimonio imperecedero de ese gran ajiaco cocido durante varios siglos y que nos da un rostro etéreo, pero también diferente. Allí, donde los tambores suenan cada amanecer del 4 de diciembre hay una historia que vale la pena conocer.
La Santa Bárbara de hoy no oculta su rostro, como hubo de suceder en tiempos coloniales. Ella permanece en su Capilla y es adorada por miles de personas que llegan desde todos los puntos del país, también desde el exterior. Allí convergen el más sencillo obrero, el intelectual, el reconocido artista, y todos los que de alguna manera están enlazados por los fuertes lazos de la tradición popular.
A Changó (Santa Bárbara) le entregan sus ofrendas, le hacen promesas, muestran incluso el resultado de la bondad de la virgen al cumplir sus pedidos. Es fe y espíritu, canto y lamento por las cosas buenas y malas de este mundo.
Más allá de la fecha, es fácil detectar el ritual. En Güines, gran parte de la población viste de rojo, el color que identifica a Changó y miles de personas veneran a la Santa en su salida del templo, para transitar por las calles del pueblo como agradecimiento a su bondad.
Por eso, el cuatro de diciembre es día de cantos, de risas y lágrimas. A ritmo de tambor se hace la madrugada y un rio rojo viene y va antes de que el Sol anuncie su retirada.
Los cubanos hemos aprendido a transitar por muchos caminos, el que conduce a Güines también conduce a Changó. Esta es una Villa que, como ninguna otra de la Isla, permanece aferrada a la Santa Bárbara, su imagen es aquí promesa y sueño, una tradición que tipifica al güinero y que trasciende los límites de sus fronteras.