¡Un pájaro enterrado en la Necrópolis de Colón! No se trata del final de un cuento sino de un hecho real: en el cementerio habanero reposan hoy los restos mortales de un gorrión que falleció hace 145 años.
Solo dos tumbas del cementerio de Colón poseen restos de animales y la del ave se encuentra, además, entre las más antiguas del lugar.
Actualmente el animal descansa en una bóveda sin inscripción, tras la pérdida de la misma, localizada en el sector noreste de la necrópolis y perteneciente al antiguo periódico La Voz de Cuba.
Según los historiadores, en la tarde del jueves 1ro. de abril de 1869, un soldado españsl encontró al ave sin vida en el Palacio de los Capitanes Generales. Se determinó que el animal murió de hambre por respetar el ayuno del Jueves Santo –que entonces se debatía-, y que falleció en su puesto como soldado de honor y gorrión voluntario en la Plaza de Armas.
El mismo jueves comenzaron a hacerle todos los honores pertinentes al ilustre voluntario. Cabos y sargentos españoles lo pasearon por el cuerpo de guardia, lo embalsamaron y el viernes lo trasladaron con toda pompa al Castillo de La Fuerza, donde montaron guardia de honor varios batallones.
El gobernador y otras autoridades presentaron coronas y ramos de flores. Una inmensa concurrencia acudió hasta la media noche para contemplar al héroe, ofrecerle obsequios y dedicarle sonetos, pies forzados, entre otros, agregó la especialista.
Luis Segoviani, historiador del camposanto, afirmó que el hecho adquirió gran connotación política debido a la situación existente en el país: “Desde 1868 se gestaba en Cuba la Guerra Grande y como los españoles eran llamados gorriones y los cubanos bijiritas, este entierro sirvió a la prensa de la época para enaltecer el coraje, la valentía y el patriotismo de los españoles´´.
El deceso también tomó un carácter lucrativo, pues los voluntarios comenzaron a cobrar un real por la entrada para ver la jaula con el inanimado gorrión, hasta recaudar más de 300 pesos, solo en La Habana, según el semanario habanero del momento El Moro Muza, que reseñó el acontecimiento.
El cuerpo inerte fue trasladado a Matanzas, Cárdenas y Puerto Príncipe, y días después regresó al pórtico de La Fuerza, de donde lo llevaron al recién creado Cementerio Cristóbal Colón, lugar de su última morada.