Si no fuera por los oficios improvisados, surgidos por la necesidad y las dificultades, los cubanos hace rato que no tendríamos nada: los pregoneros, los coleros, los reparadores de todo y hasta lo que no se debe reutilizar, los verdaderos maestros del reciclaje. ¿Qué fuera de nosotros sin los reparadores de sombrillas, de fosforeras, de ollas reina y arroceras, y de colchones? Estos, con sus tijeras, hilos y agujas, estacionados en una azotea particular o en medio de una calle en su recorrido ambulante, restauran la superficie en la que alguien va a descansar más tarde.
René Puerto, un diestro y experimentado reparador de colchones, asegura que “hay dos cosas en la vida donde nos merecemos un buen reposo: el colchón y el ataúd”.
En sus más de 10 años de faena, Puerto siempre se ha trasladado en una camionetica por las barriadas habaneras de El Cerro, El Vedado y Nuevo Vedado anunciando a gritos las prestaciones que ofrece. En su vehículo lleva a 2 ayudantes y todas las herramientas que requiere para su oficio.
Puerto, quien solía ser trabajador de una filial del Ministerio de Comercio Interior antes de ser emprendedor, alega que ha tenido que reparar colchones de más de 70 años de uso, aunque la mayoría tienen poco más de 40.
Confiesa que ya no puede imaginar su vida ejerciendo otra ocupación, sin enderezar muelles, colocar forros, distribuir relleno o coser.
Este emprendedor cobra 1.250 CUP por reparar un colchón camero que asegura que terminará en menos de 3 horas, por supuesto, si no encuentra demasiados obstáculos como muchos muelles rotos o parte del alambrón exterior partido.
Apunta que notó que este sería un buen negocio porque hasta el más pobre no duda en gastar un poco de dinero para asegurar un buen descanso.
Puerto considera que la parte más importante es el esqueleto del colchón, y es por eso que, aunque se vean muy bonitos, los colchones nuevos que se venden actualmente no duran “ni la mitad del tiempo que aquel colchón que compraron sus padres cuando se casaron hace un montón de años”.
La tarea de comprar un colchón en Cuba en las décadas del 70 y el 80 era una misión ardua. El mercado racionado vendía muy pocas unidades, ni siquiera pudiendo satisfacer la demanda, para recién nacidos y parejas acabadas de casar. La venta de los artículos reapareció con la inauguración de tiendas en dólares en los 90.
Un colchón camero de calidad actualmente solo aparece en las nuevas tiendas en Moneda Libremente Convertible y su precio nunca es inferior a los 250 dólares. Con un precio asequible, la reparación de viejos colchones es la única alternativa para que muchísimas familias pueden dormir con comodidad.
Juan, con más de 20 años dedicados al oficio, puso un anuncio en Revolico para trabajar en las propias casas, con el que dice que le va mejor y evita riesgos, pues la policía lo molestaba constantemente cuestionando el origen de los materiales. Estos son muy difíciles de conseguir y el reciclaje es la base de que el negocio continúe funcionando. Dice que la pasó muy mal cuando veía colchones botados a la basura al ir a visitar a su hermano a Miami; todavía este último le manda fotos cada vez que se encuentra uno tirado por ahí.
A veces tienen que reparar colchones donde hubo ancianos o enfermos postrados, que huelen mal y hasta representan un riesgo para la salud, pero si le pagan, Juan no duda. En otras ocasiones, desarman colchones e incluso encuentran tesoros: el dinero escondido en los colchones es una práctica que aún se preserva en Cuba, debido generalmente a que las personas desconfían del sistema bancario nacional.