Cuando el arquitecto Ulises Capablanca se embarcó en el proyecto del Patronato de la Comunidad Hebrea de Cuba, decidió crear una sinagoga como expresión de la espiritualidad judía, teniendo en cuenta características en cuanto al estilo de la década de los 50 del pasado siglo.
Las líneas verticales son el principal rasgo para la fachada, con motivo de indicar el deseo de estar más cerca de Dios. La época en que se construyó fue influencia directa en la simplicidad de la edificación, carente de unos decorados arquitectónicos opulentos. Adonay, su dios, es beneplácito de rezos, atributo a destacar en forma de lugar sacro, por lo que el recinto cuenta con referencias como una puerta vasta, la escalinata a la entrada y las cuatro columnas altas al frente.
La Gran Sinagoga de Beth Shalom (o Bet Shalom) capta el interés del visitante gracias a su espectacular arco de hormigón fundido, representativo del arcoíris que, luego de un año, comenzaba a asomar tras el Diluvio Universal que narra el Antiguo Testamento de la Biblia, indicación de la benevolencia de Dios hacia Noé. Elementos a lo largo y ancho de todo el edificio, como la curva simétrica, estampan intencionalmente el simbolismo talmúdico, partiendo de la disposición hacia el Oriente (del mundo, no del país) con el propósito de que los judíos dirijan sus plegarias y cánticos a la tierra prometida, Jerusalén.
Los portones, inmensos e imponentes para recalcar el deseo de progreso y el profundo arraigo del pueblo israelita a Cuba, cargan dos grandes figuras de bronce en relieve de dos leones, distribuidos a cada lado de las tablas de la Ley. Estos representan al León de Judea, de entre los animales referenciados en el santo libro, símbolo de belleza, valor, fuerza y la magnificencia divina o real. En las puertas se calcaron imágenes de atributos identificativos de cada una de las doce tribus institutoras del pueblo de Israel. Presente también está la menorah de siete brazos, candelabro sagrado del tabernáculo descrito en la Torá que señala la creación del mundo en siete días.
El templo ostenta en su interior, que puede amparar un aproximado de ciento cincuenta personas, la bimá, desde donde el rabino lidera las oraciones de la congregación, el Arca o Aron Ha Kodesh, receptáculo de los rollos de la Torá y, frente a este, el NerTamid, una luz eternamente resplandeciente. El foco es insignia del brazo más occidental de la menorah del Segundo Templo en Jerusalén y del Templo de Salomón. La biblioteca, local casi tan importante individualmente como el templo mismo, es muy visitada y apreciada por la comunidad, hecho que reafirma su título del “pueblo del libro”. Más de trece mil cuadernos son resguardados allí, con temáticas que abarcan el Pensamiento, la Historia y la vida hebrea, tanto en español como en yiddish.
Coronando el frente, la cultura milenaria de esta civilización se representa con una gran Estrella de David. La escalinata, tan monumental, tan intimidante y, a la vez, tan espiritual e sumisa ante la expiación, da solución, aun de forma metafórica, al mandato judaico que coloca al templo en la cúspide de la ciudad.
Los santuarios se adherían de rasgos estéticos producto de la etapa y ubicación en donde se asentaron, muy dispersa debido a las grandes migraciones sefarditas durante dos mil años de destierro, lo que produjo una cada vez más enriquecida diversidad de looks; por ende, es considerado por estudiosos de tema que no existe una arquitectura típica de este tipo de construcción.
El emplazamiento de la primera piedra dio inicio a la construcción de la sinagoga el 17 de enero de 1953 con un presupuesto total superior al medio millón de pesos, cuya inauguración acaeció dos años más tarde. El templo de la Comunidad judía en La Habana, complejo que incluye oficinas, una biblioteca, aulas, un restaurante y salones para actividades.
La vida religiosa judía en Cuba se desarrolla en cinco sinagogas localizadas por todo la Isla y la mayor de ellas constituye la Gran Sinagoga Beth Shalom, una de las obras arquitectónicas más importantes de la capital.