Nos quedamos toda la tarde “haciendo media” en unos banquitos de la esquina, a la sombra de… un árbol ahí (era grande y robusto, hasta ahí llega mi habilidad para reconocer la apariencia de las especies del diverso mundo vegetal) cuando, por fin, llegó la hora del comienzo de la actividad. Conocíamos a algunas personas que promovían el proyecto y nos pareció interesante la idea de enriquecer nuestro medianamente educado concepto del veganismo.
Le pregunto a Amandita: “¿Qué te interesaría probar primero?”, a lo que me responde con una inequívoca señalización con el dedo hacia una botella de prú, un preparado abstemio, de color ámbar, con un sabor y aroma único, resultado de la ligera fermentación de tallos, hojas y raíces.
En aquel momento, me resultó inherente la remembranza de las historias de mi abuela, criada en las laderas de la Sierra Maestra (¿Cómo se me van a olvidar si las repite cada dos por tres?). Cuenta que, aunque se ha ido trasladando su aprecio y fabricación hacia muchas otras partes del país y latitudes junto a la migración, el Oriente cubano es la cuna por excelencia de esta exótica bebida. Y también me describe, paso a paso, el procedimiento de la elaboración del prú, quizás porque ve en mí el legado de sus conocimientos y las tradiciones familiares, o porque está senil y no recuerda que ya me lo ha explicado cientos de veces. El caso es que sé la rutina de punta a cabo.
Lleva raíces de bejuco ubí, bejuco jaboncillo, jengibre, ramas de canela, raíz de China, hojas de pimienta de Jamaica, azúcar prieta y agua. Las raíces y tallos se raspan superficialmente y son cortados en pequeños pedazos, y las hojas se desmenuzan, para luego colocarlo todo en una olla con agua que se dejara hervir por dos horas. Luego de retirar la infusión del fuego, se cuela una vez atemperada y se pone a reposar de 12 a 24 horas en recipientes ligeramente tapados. Disolviendo el azúcar en la mezcla, se envasa en botellas tapadas y se deja reposar hasta 72 horas más a temperatura ambiente, preferentemente en un espacio caliente y seco.
Con solo enfriarlo o servirlo con cubos de hielo, el prú está ya listo para el consumo, pero es mejor tener en cuenta el envasado previo de un pequeño volumen (prú madre) a reservar para añadir a la próxima bebida, dado que reduce a solo 24 horas el tiempo del proceso.
La refrescante elaboración, muy útil en las calurosas jornadas en el Oriente de la geografía cubana, contiene propiedades medicinales en forma de analgésico, antioxidante, digestivo, anticoagulante, antiséptico, antihistamínico, afrodisíaco, disminuye la presión arterial y alivia la tos y la fatiga. Y como para gustos están hechos los colores, el que desee degustarlo con cierto componente alcohólico puede dejarlo en reposo otras 72 horas luego de añadirle un poco de aguardiente de caña de azúcar. ¡Y ya!
La etimología del nombre está escasamente investigada, no encontrándose referencias a su origen y significado. Sin embargo, se cree de procedencia africana.
Se dice que fueron colonos franceses blancos con sus esclavos y otros libertos haitianos los que arrastraron esta tradición culinaria a la Isla, huyendo de la revuelta independentista que Louverture comenzó y conquistó Dessalines. En la cercanía de las haciendas francesas, se hacían cada vez más populares los refinados vestuarios, modales, arte y gastronomía entre la alta sociedad de Santiago de Cuba, Guantánamo y Granma, ciudad y montaña. El paladar no fue deleitado solamente por platillos destinados para recibidores opulentos, sino también por aportes de los negros que la mesa cotidiana auspiciaba, siendo el prú oriental el principal ejemplo.
Terminó el encuentro; ya escuché todas las ventajas de la adopción de la alternativa vegana como filosofía de vida, probé las croquetas de chícharo, o garbanzos, o la legumbre que hubiera sido (muy ricas, por cierto) y escuchamos al Trío Enserie interpretar algunas canciones. Perdón por la falta de detalles en la crónica; no estaba prestando toda la atención que debía a la explicación ofrecida durante el evento por una sencilla razón: en cuanto recordé la procedencia de la bebida, no podía parar de imaginarme a Mackandal (sí, el protagonista del primer relato de “El reino de este mundo”) dando sorbos pausados a un poco de prú, acercando el recipiente con su único brazo y pensando en la libertad de Haití, que sabía no llegaría pronto pero tenía cómo amenizar la espera.