La retirada de Raúl Castro como líder del Partido Comunista de Cuba podría ser más un acto público de simple burocratismo, que a una esperanza de cambio en el futuro cercano del país.
Rodeado de un fuerte hermetismo, a puerta cerrada y sin transmisión televisada, el cónclave de cuatro días se celebra en La Habana con aforo reducido debido a la pandemia del coronavirus: 300 delegados frente a los más de mil del congreso anterior en 2016 (la formación cuenta con 700,000 militantes).
Raúl Castro ha dicho en su intervención en el primer día del VIII Congreso que su labor «concluye con la satisfacción de haber cumplido la confianza en el futuro de la Patria, con la meditada convicción de no aceptar ninguna propuesta para mantenerme en los cargos superiores de la organización partidista, en cuyas filas continuaré militando como un combatiente revolucionario más, dispuesto a aportar mi modesta contribución hasta el final de mi vida».
Junto a Raúl, también saldrán los últimos miembros supervivientes de la «generación histórica» que lideró la Revolución de 1959. Sin embargo, quizás todo siga igual, y esto solo sea un maquillaje de cambio de nombre, pues la palabra «continuidad» se ha convertido en símbolo de este cambio de poder y el propio General de Ejército se encargó ayer de recalcar que los nuevos líderes que tomarán sus puestos tenían décadas de experiencia y estaban «llenos de pasión y espíritu antiimperialista».
Se espera que el liderazgo del partido quede en las manos de confianza de Miguel Díaz-Canel, de 60 años, que ya fue nombrado presidente del país en 2018.
A pesar de todo lo que se ve de fuera, esto parece ser de mucho ruido y pocas nueces, pues las decisiones importantes seguirán pasando por la aprobación de Raúl.
En teoría, el fin de la era de los Castro también podría abrir la puerta al fin del prolongado embargo económico de EEUU contra Cuba que por ley no puede ser levantado hasta que Cuba tenga un gobierno que «no incluya a Fidel Castro ni a Raúl Castro».
El embargo de EEUU, codificado en ley en 1996, también exige que Cuba permita elecciones libres y justas. Pero la constitución cubana estipula que el Partido Comunista es la «fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado».
Si bien es posible que se discutan algunas reformas económicas en el congreso, está claro que no hay planes de cambio político.
A pesar de su avanzada edad, es poco probable que los llamados «históricos» desaparezcan del todo. Mientras estén vivos tendrán influencia…
Raúl Castro, que cumplirá 90 años en junio, es también el militar de mayor rango del país, aunque ya retirado, el único general de cuatro estrellas. Pero siempre ha desempeñado un papel más discreto, que su fogoso hermano, rehuyendo los discursos públicos. Desde que dejó la presidencia en 2018, también ha hablado abiertamente de su deseo de pasar más tiempo con sus nietos y de leer libros.
Ramiro Valdés luchó junto a los hermanos Castro en el asalto al cuartel Moncada en 1953 y fue miembro del Politburó del Partido Comunista de Cuba desde octubre de 1965.
Ramón Machado Ventura fue también uno de los revolucionarios originales que lucharon en la guerra de guerrillas en la Sierra Maestra. Se incorporó al Politiburo en 1975 y fue considerado un ideólogo de línea dura dentro del Partido.
Tal vez como una póliza de seguro, uno de los asesores más cercanos de Raúl Castro, el general Álvaro López Miera, fue nombrado jefe de las Fuerzas Armadas de Cuba el jueves. López Miera, de 77 años, ha estado siempre al lado de Castro como su propio hijo, uniéndose a él en la Sierra Maestra cuando tenía 14 años en la década de 1950.
Los históricos tienen legitimidad por origen, por el hecho revolucionario. Ahora necesitan la legitimidad por desempeño, y es el tema económico el clave. No se trata de conquistar el cielo sino de resolver los problemas de vivienda, transporte, alimento…