Raúl Castro cedió ayer el timón de Cuba, como estaba previsto, anunciado su renuncia oficial al cargo de Primer Ministro del Partido Comunista de Cuba (PCC) y aclarando que en lo adelante no ocupará ningún puesto de importante dentro de la cúpula de poder en el país.
“Concluye mi tarea como primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba con la satisfacción de haber cumplido y la confianza en el futuro de la patria”, dijo el menor de los Castro, aunque al más puro estilo de su hermano Fidel, añadiendo que “mientras viva” estará “listo y en el estribo para defender a la patria, la revolución y el socialismo”.
Sin embargo, a solo meses de cumplir 90 años, muchos creen que se trata realmente del adiós definitivo, y todo apunta a que su sucesor en el cargo será el presidente Miguel Díaz-Canel, a pesar de mantenerse un total hermetismo sobre esta decisión de momento.
Se trata de un relevó generacional importante, pues se prevé que ninguno de los nuevos miembros del Comité Central del PCC pertenezcan a la llamada generación histórica, los cuales participaron en la lucha que derrocó a Fulgencio Batista en la Sierra Maestra. Aún así, la apuesta por la “continuidad” es clara, y los expertos creen que es más bien un traspaso burocrático del poder a una figura que seguirá recibiendo órdenes de la cúpula militar que controla el país.
Raúl se despide dejando tras si numerosas promesas incumplidas y un país sumido en una crisis de escasez generalizada que recuerda los duros momentos vividos en los años 90 del pasado siglo, durante el “Período Especial”.
Si los ingresos del turismo se habían convertido en el salvavidas de la economía cubana durante las ultimas décadas, la pandemia de la COVID-19 lo desinfló por completo, dejando a la isla en una situación crítica que ha empujado al Gobierno a tomar medidas sin precedentes, en un intento por privatizar la mayor cantidad de sectores posibles, siempre que mantengan el control de los la iniciativa privada.
El fin de la dualidad monetaria ha provocado una inflación importante y endurecido las condiciones de vida de una población acostumbrada a la escasez.
El país está a las puertas de una nueva ola migratoria, como pronostican muchos, y las manifestaciones pacíficas en contra del Gobierno son cada vez más frecuentes, lo que se ha convertido en un dolor de cabeza para las autoridades, irritadas por la repercusión internacional de estos hechos.
De todo eso parece que se hablará poco en el cónclave del Partido. Por más que su Gobierno haya aprobado reformas que siempre se quedaron lejos de satisfacer las expectativas de los cubanos que sueñan con trabajar y emprender, Raúl Castro reafirmó ante los aplausos unánimes de los congregados que el socialismo y la producción centralizada son los únicos caminos posibles para Cuba. El suyo es ya el de una retirada inexorable hacia el juicio de la historia.