El gabinete del Presidente norteamericano Joe Biden ha reiterado, una vez más, que definir e implantar una modificación de su política exterior hacia Cuba no constituye una prioridad para su administración, la que debe lidiar con una crisis económica y epidemiológica significativa.
Esta decisión se encuentra en contraposición a la agenda política de su predecesor, Donald Trump, quien impulsó una amplia serie de medidas de represión contra el Gobierno de la isla desde el inicio de su mandato, las que provocaron graves consecuencias en la economía cubana.
Jen Psaki, portavoz de la Casa Blanca, explicó esto durante la rueda de prensa diaria de su Gobierno, cuando fue interrogada sobre la celebración del VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) y la esperada retirada del histórico líder cubano, Raúl Castro, de su puesto de primer secretario del organismo.
La funcionaria no comentó sobre la comparecencia cubana ni sobre Castro, pero sí recordó que la evaluación del cambio en la política hacia Cuba o la aplicación de nuevas medidas no forman parte de la agenda política del presidente Biden por el momento.
Un funcionario de gran responsabilidad en el Gobierno estadounidense confirmó que Biden no incluye a Cuba dentro de sus prioridades dentro de su política exterior, pero sí lo son los derechos humanos, lo que implica poner mayor atención sobre el tema en el continente.
La fuente precisó que la administración tiene el compromiso de revisar las políticas establecidas por el mandato anterior, en la que se incluye la incorporación fe Cuba en la lista de patrocinadores del terrorismo.
Solo nueve días luego de que su administración llegara a término, Donald Trump devolvió dicho estatus a Cuba, que abandonó el listado en 2015 por decisión del Gobierno de Barack Obama, en la temporada en la que se produjo un «deshielo» en la relación bilateral entre las naciones.
La incorporación de Cuba en la lista negra conlleva sanciones de todo tipo al comercio de la isla, aunque Cuba ya sufría esas y más restricciones antes de la decisión, puesto que el embargo norteamericano lleva dificultando las relaciones comerciales cubanas desde hace sesenta años.
Trump, a lo largo de sus cuatro años a la cabeza de la nación estadounidense, impuso cuantiosas restricciones a sectores estratégicos de Cuba, agravando así la ya malestructurada economía del país caribeño, al que le toca sobrellevar una crisis económica tras otra.