Desde este próximo viernes 16 de abril, y por los próximos cuatro días, sesionará el congreso del Partido Comunista de Cuba, el cual marcará la salida de Raúl Castro del poder, lo que significa que después de más de 60 años la mayor de las Antillas dejará de tener al apellido Castro frente a las riendas del país.
Tres años después de haber dejado la presidencia, Raúl, de 89 años, cederá el máximo puesto de primer secretario del partido único al presidente, Miguel Díaz-Canel, de 60 años.
¿Sus planes? Retirarse para «cuidar (de sus) nietos» y leer libros, al igual que el resto de la generación histórica, como lo sugirió, en broma, durante el último congreso de la organización en 2016.
Esto le dará a Díaz-Canel un mayor margen de maniobra, ya que tendrá el aparato del partido en sus manos. Pero Raúl va a estar allí, puede pasarse a un modelo parecido al que hubo en China cuando Deng Xiaoping no tenía ningún cargo, pero todo había que consultarlo con él. Él tenía la última palabra.
El octavo congreso del PCC debería concentrarse en plantear objetivos creíbles para una definitiva reforma económica en el país, y la transformación del sistema de propiedad deber ser el objetivo principal, en la búsqueda de acelerar la apertura de la economía al sector privado.
Ahora, con la isla caribeña en un crisis y con escasez de incluso los bienes más básicos, el partido está bajo presión para actuar más rápido y dejar atrás la economía centralmente planificada de estilo soviético en una más mixta y de mercado sin prisa y sin pausa.
El congreso marcará el final de la era Castro, pues Raúl Castro dimitirá como secretario del partido, el cargo con más poder en Cuba. Sin embargo, si se nombra a otra persona, que no sea Díaz-Canel, especialmente de la ‘vieja guardia’, posiblemente indicaría un continuo estancamiento económico.