Hace exactamente cinco años se los vio juntos por última vez en el Congreso del Partido Comunista. Raúl Castro levantó el brazo con el puño cerrado de su hermano Fidel, flanqueados por los demás dirigentes que cantaban La Internacional, el himno que identifica a los obreros del mundo, con un cartel sobre el triunfo del socialismo como telón de fondo.
Y muchos se preguntan si el próximo Congreso, que se inaugura el viernes, será el último también de Raúl Castro al frente al unico partido político legal en Cuba desde hace más de 60 años, como él mismo lo anunció, para dar lugar a líderes más jóvenes a cargo de la institución que ha regido los destinos de la nación caribeña por décadas.
El foro tendrá lugar en medio de la peor crisis económica en tres décadas que padece la isla a raíz de las duras sanciones de la pasada administración estadounidense de Donald Trump y la pandemia del nuevo coronavirus. También se desarrollará en momentos en que las redes sociales inciden cada vez más en la relación de la ciudadanía con las autoridades y el Partido.
Fundado en 1965 y con unos 700.000 militantes, el PCC es el único con estatus legal en Cuba y su poder radica en que, aunque no presenta candidatos a elecciones ni forma el gobierno como tal, su misión consagrada en la Constitución es «dirigir a la sociedad, trazándole políticas y haciéndolas cumplir».
Durante su discurso final al cierre del séptimo Congreso en abril de 2016, el propio Raúl Castro, ahora de 89 años, anunció que “por inexorable ley de vida” aquel sería el último foro de la “generación histórica” al frente de la organización.
Fidel Castro falleció en noviembre del 2016 y dos años después su hermano Raúl se alejó del poder ejecutivo dando paso a Miguel Díaz-Canel, aunque mantuvo su puesto de primer secretario de los comunistas.
Raúl Castro culminó su etapa de estar dirigiendo, sabemos que todo tiene su tiempo, ahora su discurso es que hay que darle continuidad a las próximas generaciones para que puedan avanzar con la obra de la Revolución
Pero desde afuera del país, analistas advirtieron que la salida de Raúl Castro no significará el retiro definitivo de los «históricos», a la que muchos acusan de ser más ortodoxos y los responsables de la lentitud de los cambios necesarios.
Aunque el Congreso probablemente será testigo del paso de la antorcha de Raúl Castro a Díaz-Canel como jefe del Partido, la vieja guardia retiene el suficiente poder para bloquear nuevas reformas más allá de los cambios.
El octavo Congreso sesionará 16 al 19 de abril y se desconoce si el encuentro será presencial o virtual por las restricciones por la COVID-19. Durante el encuentro se designará al primer y segundo secretario, al buró político –que actualmente tiene 17 miembros–, al Secretariado y al Comité Central de un centenar de personas.
También se espera el retiro del segundo secretario José Ramón Machado Ventura, de 90 años y otro de los poderosos “históricos” con fama de ortodoxo.
Pero más allá de las figuras, en general se coincidió en que el eje deberá ponerse en buscar soluciones para la grave crisis económica que se hizo notable en la población en estos meses con largas colas para obtener alimentos y productos de aseo, dificultades en el abasto de combustible, carestía y el florecimiento de un mercado negro.
Hasta ahora tampoco se hicieron públicos los documentos sobre los que debatirán los delegados, pero de las propuestas del pasado Congreso se concretaron sólo un puñado de ellas, como un discreto incremento a la apertura a la iniciativa privada o la unificación monetaria. También se aprobó una nueva Constitución que reconoce la propiedad privada.
Un importante conjunto de medidas para profundizar reformas que los mismos comunistas recomendaron jamás se ejecutaron: no se aprobaron leyes para reconocer a la pequeña y mediana empresa, ni se mejoró la infraestructura, ni se cumplió con programas de vivienda, ni se logró la suficiencia alimentaria o frenar la inmigración de jóvenes profesionales, entre otros.
Mientras, siempre se planteó que las reformas se realizarían en el plano económico, pero no se espera un transformación en el modelo político unipartidista de la isla.
Este es el tercer congreso consecutivo que se está hablando de la necesidad de cambios. Cuando uno sabe que cada congreso demora cinco años y este es el tercero ya vamos viendo que es una década perdida tratando de cambiar.
A diferencia del Congreso que se realizó en 2016, Cuba cuenta ahora con la presencia cotidiana de las redes sociales, que en los últimos dos años –desde que comenzó a ofrecerse el servicio de datos móviles– se convirtieron en un elemento de intercambio de los ciudadanos con dirigentes del partido y del gobierno.
Twitter o Facebook y blogs informativos no controlados por las autoridades piden rendiciones de cuenta, plantean temas o realizan denuncias que antes no circulaban masivamente, mostrando sectores sociales y políticos de Cuba con criterios diversos y que a veces no coinciden con las postulaciones del PCC.
Las autoridades señalan que la Internet y páginas virtuales suelen ser usadas para desprestigiar a la Revolución, pero también reconocen su creciente influencia para movilizar jóvenes como durante una inusual manifestación de artistas en noviembre pasado.