La población cubana se han aficionado de la nada con importar y consumir multivitaminas y suplementos alimenticios en los últimos años. Cuando el COVID-19 todavía no había golpeado a la isla, los cubanos solían llegar al mostrador de la Aduana en el aeropuerto con cajas que incluían varios frascos de estos fármacos.
Se introdujeron en Cuba como un mero apoyo para la alimentación de niños, ancianos y personas convalecientes, pero muchísimos jóvenes y adultos ahora los consumen con frecuencia, sobre todo los que practican deporte con ahínco y los que desean fortalecer su sistema inmunológico contra enfermedades comunes.
Caridad Herrera, una especialista en medicina general integral retirada, aseguró que su ingesta está totalmente fuera del control médico y que la mayoría de sus consumidores, en realidad, no necesitan este tipo de suplementos. Constituye una automedicación descontrolada, fuera del radar.
La doctora explicó que ha atendido a un gran número de pacientes que abusan del consumo de estas pastillas porque sufren de gran desinformación y piensan que son seguras y de calidad solo porque son «de afuera». Alegó que ellos suelen pensar que sus estilos de vida y su salud mejorarán de la nada solo por tomarlas cada día.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado en más de una ocasión que el abuso de estos fármacos puede originar problemas serios como defectos de nacimiento y, aunque en una muy baja probabilidad, incluso la muerte, por lo que ha recomendado consumirlos de forma muy rigurosa.
No obstante, la población cubana no se ha dado por enterada y esta práctica va en aumento. Los galenos del país sospechan que esta tendencia creciente en la ingesta de vitaminas se debe a su transformación en un símbolo de estatus.
Los cubanos ya no desean aplacar su malnutrición con el clásico Polivit, sino con cualquiera de las interesantes ofertas de vitaminas de todos los tipos y colores del mercado informal nacional.
El complejo de nutrientes contempla ácido fólico, además de vitaminas A y B, que por su intenso color amarillo se utilizó para teñir el arroz en la época más duras.
Una investigación del Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos (INHA) del 2003 evidenció que el 26,4% de los cubanos consumían suplementos vitamínicos. Casi tres cuartas partes de la muestra de 50.000 individuos dijeron no los ingerían por falta de costumbre o porque les provocaba más hambre.
El INHA detectó, en las familias que sí lo consumían, que su consumo se prioriza en niños y adultos mayores. El estudio también abarcó le descontento de los consumidores respecto al desabastecimiento de Polivit, que les impide seguir un tratamiento regular.
La inestabilidad en el suministro ha sido reconocida por el Ministerio de Salud Pública y el estatal Grupo de las Industrias Biotecnológica y Farmacéutica (BioCubaFarma) en varias ocasiones, debida en gran parte a los impagos por parte de los proveedores.
El mercado informal y los familiares en el exterior suplen las necesidades de muchas casas donde no pueden encontrar estos suplementos. La Aduana permite hasta 10 kilogramos de fármacos en importación, que se encuentran exentos de pago siempre que lleguen en sus envases originales y separados del resto de los artículos».
Una cubana emigrada de la isla desde 1994, Rebeca Orizondo, comenta que su madre precisa de un tratamiento riguroso de Omega 3 y calcio, por lo que, cada vez que visita Cuba, trae todo lo que pueda en vitaminas y otras medicinas.
Pero gran parte de la población no tiene acceso a divisas extranjeras o contactos en el extranjero, lo que acentúa más y más las crecientes diferencias sociales.