Cada vez son más las mujeres en Cuba que aprovechando el incremento del turismo y la apertura de un gran número de negocios privados intentan abrirse camino como cantineras, un oficio tradicionalmente reservado para los hombres.
Una de ellas es Bárbara Betancourt de 46 años, quien lleva veinte años preparando tragos y cócteles y desde 2011 trabaja en la barra del emblemático Gato Tuerto en el Vedado habanero.
Sin embargo, ni para ella, ni para el resto de las mujeres cantineras de la Isla ha sido sencillo ocupar esos espacios. En la recién finalizada competencia Panamericana de Bartenders, que convirtió a La Habana en la capital de la coctelería, participaron decenas de cantineros de 18 países, pero sólo seis mujeres… y ninguna cubana.
En Cuba siempre han existido grandes prejuicios en contra de la presencia de las mujeres en los bares. Antes de 1959 se consideraba que aquellas féminas que trabajaban, sobre todo como camareras y cigarreras, lo hacían también como trabajadoras sexuales lo que provocaba que fueran marginadas.
La situación ha cambiado mucho en 60 años y las mujeres han ido cada vez más espacios en la sociedad, insertándose en oficios que se consideraron siempre como exclusivos de los hombres.
En la actualidad las féminas representan el 80 % de la fuerza profesional técnica estatal. Contradictoriamente en los puestos de dirección llega sólo al 30 % y en el mucho mejor remunerado sector privado, el 32 %.
Estos datos demuestran que todavía existen limitaciones y prejuicios a la hora de depositar grandes responsabilidades en las mujeres, por el temor a que sus responsabilidades ante la familia le impidan cumplirlas a cabalidad.
Así lo entiende también Bárbara quien sólo ha podido salir adelante como cantinera gracias al apoyo de su madre que le cuidaba las hijas.
Bárbara comenzó a formarse como bartender a finales de los años 1990 cuando venció un curso en la escuela del hotel Sevilla.
Después trabajaría en varios bares muy importantes como el del hotel Copacabana y el del cabaret La Macumba.
Le resultó muy difícil, pues cuando ella comenzó todavía se veía a la mujeres cantineras con ojeriza. El boom de las féminas bartenders vendría mucho después de comenzar ella a trabajar.
Ver a un hombre detrás de una barra resulta para los clientes lo más natural del mundo. Sin embargo, muchos se sorprenden aún cuando encuentran una mujer sirviendo tragos y cócteles.
Ellas, a diferencia de los hombres, a los que nadie cuestiona su pericia (la tengan o no), están siempre obligadas a probarse delante de los clientes.
Todavía los que dirigen los bares, tanto estatales como privados, no están del todo convencidos de lo conveniente de contratar mujeres cantineras… “Es que todos saben que los borrachos se ponen muy pesados”, expresan a modo de justificación.