Un accidente de aviación, un tornado, una lluvia de sanciones de Washington y, para colmo, una pandemia: después de tres años de pesadillas, Miguel Díaz-Canel sube el último escalón del poder en Cuba para tomar las riendas del Partido Comunista.
«Como decimos en Cuba, le tocó bailar con la más fea», sostiene el profesor y exdiplomático cubano, Carlos Alzugaray.
Y el más feo fue Donald Trump . Durante su mandato el expresidente estadounidense aplicó 280 sanciones contra el gobierno cubano, acusándolo de violar los derechos humanos y de dar apoyo militar al gobierno del presidente Nicolás Maduro en Venezuela.
Además, la isla sufrió varios «desastres naturales» como «el tornado [que azotó La Habana en enero de 2019], los huracanes y ahora la pandemia», añade Alzugaray.
Y todo esto sin olvidar el avión que se estrelló al despegar de La Habana en mayo de 2018, provocando 112 muertos, cuando llevaba apenas un mes en la presidencia del país.
Poco conocido por el gran público antes de su ascenso, Díaz-Canel hizo toda su carrera en el Partido Comunista (PCC) en provincia, antes de convertirse en 2013 número dos del gobierno y luego ser nombrado presidente por los diputados, todos del partido único.
Al final del congreso del PCC, que se realizará del 16 al 19 de abril, será también el primer secretario del partido, el cargo más alto del país, en sustitución de Raúl Castro, que se jubila.
«Continuidad»
Pero «el país que él iba a recibir cuando se planificó este traspaso de poder era distinto al que tiene ahora», asegura el analista político Harold Cárdenas, que advierte sobre «una agudización de la crisis interna».
Tomar el relevo de los hermanos Castro no ha sido una tarea fácil. Al carecer de la legitimidad histórica de los líderes de la revolución, debió construir la suya propia, sin traicionar el proyecto original.
Para darse a conocer, este hombre de 60 años, sin ser un gran orador, multiplicó sus viajes por la isla, visitando fábricas, recorriendo campos o encontrándose con sus habitantes.
Esta característica contrasta con la discreción de Raúl Castro y recuerda el estilo de Fidel, quien solía darse baños de pueblo.
Para marcar la diferencia, puso el acelerador en internet, convirtiéndose en el primer presidente cubano en abrirse una cuenta en Twitter, mientras el país accedía por fin a la tecnología 3G a finales de 2018.
Pero en las redes sociales, la etiqueta que más usa es «Somoscontinuidad», una promesa de lealtad al legado de los hermanos Castro.
Y frente a la adversidad, ha endurecido su retórica, algo que Cárdenas lamenta. «El lado reformista del presidente Díaz-Canel no lo hemos podido ver en los años de Trump» y «es una lástima», anota.
«Las condiciones han sido tan negativas que hemos visto al presidente Díaz-Canel repetir (…) los errores de los dirigentes anteriores, es decir, seguir apostando a los ideólogos de la Guerra Fría del Comité Central» del Partido, estima el analista.
«Crudo» embargo
Enfrentado a una sociedad civil más exigente y activa en las redes sociales, apareció con una camiseta con los colores de la bandera cubana para arengar a la multitud, con lemas revolucionarios y acusar a los contestatarios de estar estimulados por «los partidarios de Trump y la mafia anticubana» de Florida.
Y mientras la economía se hundía, privada de las divisas del turismo castigado por la pandemia, insistió en su argumento clave: el embargo estadounidense, vigente desde 1962, es «más crudo hoy que nunca».
Un consuelo ya insuficiente para los cubanos, que se ven obligados a hacer filas de varias horas cada día frente a los supermercados para abastecerse ante una aguda escasez.
Sin embargo, no todo es negro para Díaz-Canel. El presidente cubano tiene «dos ventajas»: «el apoyo de Raúl Castro, del liderazgo de la generación histórica y de las Fuerzas Armadas», y el hecho de que «ha construido cuotas de autoridad teniendo que lidiar con la situación más compleja desde el colapso soviético».
Pero el académico cubano Arturo López-Levy, de la Universidad de Holy Names (California), advierte que el presidente debe «salirse del mantra de la continuidad».
«El pueblo lo evaluará no por cuán fiel a lo que dijo Fidel Castro es, sino por encontrar soluciones a los problemas que hoy enfrenta Cuba», concluye López-Levy.