Para muchos cubanos el nombre de Armando Fernández Soler no logra la identificación con su poseedor. Basta decir Cholito, y una sonrisa plena inunda el rostro de cualquiera de nuestros compatriotas, pues es uno de nuestros artistas más admirados y queridos.
Su trayectoria artística, inabordable por demás en este espacio, es vasta e involucra diversos espacios culturales y medios de comunicación durante un periodo de décadas en el Siglo XX y continúa en el actual.
Desde los 11 años actuó, gracias a la oportunidad brindada por Sinesio Fraga, quien dirigía una banda de música que alternaba historias o situaciones escritas por el mismo y escenificadas por un dueto dramático con la ejecución del repertorio musical. A los 15, ya alternaba el taller de prótesis dentales de la familia con la actuación en pequeños papeles en la Compañía de teatro del español Nicolás Rodriguez durante sus representaciones en Cuba, quien también le introdujo en los misterios de las Artes Escénicas en su Academia de Comedia, complementados después en el Teatro Universitario y en la Academia de Artes Dramáticas (ADAD) en las que años mas tarde (1947-48) junto a Mario Martínez Casado, impartiría clases en diversas especialidades en esta Academia Municipal.
El Teatro, la Radio, la Televisión y el Cine cubanos le han visto transitar por ellos con una maestría sin par, pero también con una capacidad de trabajo y un optimismo sin parangón.
En las tablas, el actor que debutó como alumno en Sombra y sustancia, obra estrenada en el Teatro Principal de la Comedia, junto a Violeta Casals y Alicia Agramonte recorrió todas las manifestaciones y espacios de las Artes Escénicas, desde el Ballet de Ana Leontieva, hasta las labores de luminito, atrezzo, asistente de dirección en el Teatro Auditorium y Martí, pasando por el grupo de teatro La Comedia (vodevil francés) de Mario Martinez Casado, donde comenzó como figurante (partiquino) y devino primera figura en tres temporadas, hasta el Teatro Lírico, donde no solo fue interprete y director de numerosas obras sino que contribuyó al desarrollo de compañías de este tipo fuera de la capital. Así, Soler recorrió todos los escenarios, creando paso a paso, un currículo impresionante.
Ya para 1954-55 en el Teatro Hubert de Blanck, dirigió Cuento de Navidad, protagonizado por Vicente Revuelta, por la cual recibió el premio ACRI, de la Asociación de periodistas y en 1959, integraba, junto a otras figuras la Comisión de Exámenes de la ACAT, Asociación de Artistas Cubanos, en interpretación dramática avalado por su trayectoria. (En 1955, fue premiado como actor genérico por la CARTV). Después de 1960 se mantuvo por largo tiempo actuando y dirigiendo teatro hasta que nuevos proyectos le hicieron cambiar el rumbo.
A la Radio, llegó, haciendo banco, como se le decía al acto de esperar el fallo de actores titulares durante la transmisión de la programación en vivo, ante cualquier eventualidad. De esta manera hizo su primer papel dramático en El alma de las cosas de Juan Herbello, dirigido por Sol Pinelli. Desde entonces del drama a la comedia, de la actuación a la dirección las mas importantes emisoras habaneras e incluso algunas fuera de la capital, conocieron del bregar y el talento de este hombre de pueblo que para siempre, fue reconocido con el apelativo dado a un marques de la ficción.
La Televisión cubana le tuvo entre sus fundadores desde el propio 1950, en el Canal 4, el fundador. Sería en el Canal 6, durante 1951, en el espacio Hogar Moderno, que escribía Francisco Vergara, donde surgió el personaje cuyo nombre rebautizó a Soler:
En la ficción, diversos galanes pretendían a una joven casadera (Consuelo Vidal). Uno de ellos era el marquesito de Neblina Clara, al que todos llamaban Cholito, personaje que le correspondió a Armando Soler.
En la TV, se integró de igual forma a la actuación en diversos canales y géneros y gradualmente asumió la dirección de diversos espacios por décadas.
No contento con ello incursionó en el Cine desde los años 50.
Cholito, ha salido victorioso de los embates de la vida y las enfermedades y con la pasión, entusiasmo de un joven, actúa en la Radio y en la Televisión cubanas, se involucra en proyectos comunitarios de actuación y prepara sus memorias.
Por esto y mucho más, el Instituto Cubano de la Radio y la Televisión, le otorgó su máxima condecoración honorífica, la condición de Artista de Mérito, por la obra de la vida.
Los aplausos de los reunidos en el Teatro Auditórium aquella tarde, fueron la expresión de todo un pueblo, que le dio las gracias por haber trabajado de la forma en que lo hizo.
Su última aparición en las tablas cubanas fue en Romance a Federico, una puesta en escena de Nelson Dorr basada en textos del propio Lorca, Dorr, Jesús Barreiro y Eduardo Sánchez Torel, estrenada en la sala Cavarrubias del Teatro Nacional el 21 de marzo de 2003, donde Cholito compartío el elenco con Nieves Riovalles, Zoa Fernández, Roberto Perdomo, Frank González, Danny Villalonga y su Compañía Flamenca ECOS. La pieza fue luego repuesta en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana, los días 10, 11 y 12 de abril del mismo año.
En la televisión cubana, fue visto por última vez en la telenovela Lo que me queda por vivir junto a Elsita Camp, con guión de Maité Vera.
En el cine su más reciente trabajo fue en Nada, de Juan Carlos Cremata.
Armando Soler dirigió espacios televisivos, entre ellos el histórico Escriba y Lea, aún presente en nuestra programación semanal.
Al morir todavía formaba parte del humorístico radial diario Alegrías de Sobremesa, de la emisora Radio Progreso, programa en el que trabajó durante 7 años.