Visitar Cuba es, simplemente, una travesía inolvidable, un oasis de experiencias, lleno de gente festiva, caminos pintorescos, playas paradisíacas, riqueza cultural en vena, ron, tabaco, manjares variados; y no existe época del año inoportuna para tal aventura, aunque algunas se prestan más que otras para determinadas actividades.
El cálido ambiente, que pocas veces baja de los 24 grados Celsius, invita a tumbarse al sol, rodeado de mar y poblada vegetación, o a visitar cada callejuela colonial que se encuentra.
La mayor de las Antillas, dado su clima tropical del mismo medio del Mar Caribe, solo ostenta dos estaciones en el año: seca y lluviosa. Entre los meses de noviembre y abril se da la estación seca, cuando las temperaturas oscilan entre los 20 y los 26 grados, por lo que no se recomienda visitar la isla (sobre todo) en el mes de enero si se quiere disfrutar de la playa y del sol. La época lluviosa se da entre mayo y octubre, cuando la media de temperatura va de 24 a 31 grados, pero las precipitaciones no son abundantes ni sostenidas, ideal para unas vacaciones de verano.
Las muy calurosas condiciones climáticas resultan mucho más soportables (de hecho, disfrutables) en los meses comprendidos entre diciembre y marzo, por lo que estos resultan idóneos para recorrer ciudades y disfrutar de la más autóctona y mundialmente reconocida idiosincrasia cubana.
Las urbes más antiguas y cautelosamente mantenidas se pueden recorrer con ropa ligera y un buen sol, que más que provocar molestas segregaciones de sudor, aporta un paisaje de ensueño. Además, esta época también resulta sublime para disfrutar de la cultura cubana desde el confort de una bella terraza, admirando cual sea la vista.
La Habana se podría recorrer fácilmente de punta a cabo con tales condiciones. No obstante, aun así uno se puede deleitar con estas hermosas playas, que figuran como algunas de las mejores del mundo.
El Oriente cubano se debe gozar en esta estación, para trasladarse luego por toda la ínsula: desde la cuna de la Revolución cubana, la esbelta Santiago de Cuba; la primera villa fundada en la isla (1511) y el punto más al este del territorio insular, la primada Baracoa; la más culta de las urbes cubanas y tierra de tinajones, la intelectual Camagüey; la ciudad colonial mejor cuidada de Cuba y pueblo de adoquines, caña, vitrales y patios interiores, la antiquísima Trinidad; y hasta la mismísima Habana, la capital nacional y las más ecléctica e histórica de nuestras urbes.
El último mes siempre es muy festivo. Entre el Festival Internacional de Cine Latinoamericano, los eventos de música, jazz cubano del bueno, exposiciones de artes visuales y las clásicas celebraciones de navidad, La Habana se llena de algarabía, un espectáculo digno de admiración y orgullo.
El clima, pese a que el calor es a veces fulminante en los cálidos veranos, son ideales, en cambio, para disfrutar de varios de los mejores destinos de sol y playa que ofrece el Caribe insular, con la arena fina rozando los dedos y aguas cristalinas por doquier.
Aunque lluviosos, los meses de abril, mayo y junio no pierden su encanto característico: el aroma a tierra mojada de las templadas tardes lluviosas calma todos los dolores. La ropa liviana y cubridora, además del muy provechoso protector solar, es imprescindible para viajar en esta época porque las temperaturas suelen ascender a los 30 grados y el sol es más radiante y, por tanto, más agresivo.
La naturaleza se enriquece aún más en esta temporada, momento oportuno para que todo entusiasta del turismo de naturaleza emprenda una excursión tras otra, cuyos principales destinos son los envidiables parques naturales reservas de la biosfera de los que la isla se vanagloria, y con razón. Con una diversidad de flora y fauna endémica única de su tipo, el 25% de la superficie total del país constituyen áreas protegidas.
Entre las maravillas que depara el occidente de la isla en este sentido se encuentra el impresionante valle de Viñales. Las cascadas naturales, los cafetales y el orquideario de Soroa son las paradas ineludibles que debe hacer todo el viajero que se plantee ir a la Sierra del Rosario y, en el caso de la Sierra de los Órganos, distinguen los emblemáticos mogotes, las cuevas y las célebres vegas de tabaco.
El verdadero verano, no obstante, llega con el sol radiante de agosto, el cual no se pone hasta noviembre. Los más intensos rayos de sol de toda la región del Golfo presiden el paisaje de cada avenida, playa o reserva natural, con temperaturas que en el oriente de Cuba sobrepasan los 33 grados y una humedad relativa del 70%, estable durante casi todo el año.
Pero si algo hace disfrutar más de las playas es precisamente el calor: el mar se transforma en una onda azul eterna desplegada por el horizonte, los días son más largos y más gozados. Estos meses resultan idóneos, por ende, para deleitarse con las playas vírgenes de los cayos y de Varadero, así como los balnearios y las largas penínsulas de mangle.
Desde azoteas y ventanas, o adornando un pintoresco paisaje bucólico, se puede observar el atardecer o los rayos irisados que nacen de los últimos rayos de sol y las gotas de lluvias estivales.
Además, el verano converge con las vacaciones escolares y el descanso de la familia, por lo que propicia un encuentro más genuino con la heterogénea y peculiar sociedad caribeña, con su espanglish de primera calidad y mesas de dominó en las esquinas. La calidez de la gente es, sin dudas, uno de los principales motivos por los que los viajeros se van encantados, por el cubano mira y trata con la misma familiaridad con la que invita a un trago y discute sobre béisbol con el vecino. Atractivos son muchos, todos los que crean el gran magnetismo que caracteriza la estampa más auténtica de la Llave del Golfo.