Las cifras sobre el consumo de carne de res y de leche de vaca de la población cubana desde establecido el Gobierno comunista en la isla han estado tan resguardadas que casi se consideran secreto de Estado, y es que, tras la destrucción de la antes prospera y destacada industria cubana de ganado bovino a sus manos, el Gobierno ha escondido todas las pruebas de una evidente mega negligencia.
Para 1958, el consumo per cápita cubano de carne de res en Cuba fue de 6,7 libras mensuales y de casi medio litro diario de leche fresca, lo que indica que fue el tercero más alto de Latinoamérica, solo sobrepasado por Argentina y Uruguay. Mientras, el promedio de carne de res consumida por persona en la isla en 2019 no llegó a una libra mensual.
El gran déficit de proteínas en la dieta cubana actual resulta altamente preocupante. Muchos cubanos pasan años tratando de adaptar su dieta para lograr bajar de peso sin mucho progreso, porque para eso sería esencial una rutina alimenticia alta en proteínas, algo que en Cuba es imposible hacer y uno debe llenarse con puros carbohidratos (que en exceso provocan hipertensión y demás padecimientos cardiovasculares, obesidad e incluso cáncer).
Los 147.000 ganaderos privados cubanos (los únicos en el país) que operaban hace más de 60 años producían casi 1.000 millones de litros diarios de leche fresca con sus 940.000 vacas, para una población nacional de 6,5 millones de habitantes. En la actualidad, se producen solo 360 millones de litros para 11,3 millones de habitantes.
Esos millones de vacas de los años 50 también permitían la producción de 1,5 millones de cajas de leche condensada. La industria ganadera cubana del 58 podría abastecer con creces a la de este año 21 y dejar suficiente producto para exportar.
Responsables de las entidades ganaderas estatales cubanas en este año han admitido que miles de vacas han fallecido en Camagüey por negligencias de los responsables y por falta de alimento y de agua, por lo que las causas de muerte principales han sido desnutrición y deshidratación.
El consumo cubano per cápita de estos productos en la actualidad es mucho más bajo, incluso, que el de Haití, y el más bajo de América Latina. También es probablemente inferior al consumo de Gambia, Etiopía y Ruanda, los países más pobres del mundo y que, aún así, sus cifras superan la libra mensual por habitante.
Los orígenes de tal caos se remontan a los tiempos en que Fidel Castro, autonombrándose lumbrera genetista, decidió crear una nueva raza bovina con el cruce de toros Holstein importados del frío Canadá con las cálidas cubanas vacas cebú. Del cruce salieron las vacas F-1 y F-2, híbridos enfermizos, sin gran valor en leche y carne, a los que les era difícil soportar las altas temperaturas y no se podían defender debidamente ante los parásitos tropicales. Mucho dinero invertido en un desastre.
Las vacas actuales se mueren de desnutrición, y se debe principalmente a la desorganización y la improductividad que infunde el sistema político cubano, por lo que se deduce que la producción de leche y carne no dan los mejores resultados tampoco.
En 2020 murieron más de 41.000 reses en la provincia ganadera por excelencia, Camagüey, y los funcionarios a cargo se escudaron en la sequía, pues si no beben la sificiente agua pierden rápidamente el peso corporal, pero Julio César Montalvo, director de la Empresa de Aprovechamiento Hidráulico, comentó en televisión nacional que los embalses han almacenado “la mayor capacidad de llenado de la última década para esta época del año”, por lo que se asume que, si no murieron debido a la falta de agua, fue porque existen problemas en el sistema que se utiliza para hacerles llegar el líquido.
La isla entera funciona de esta manera, sin que haya verdadera preocupación acerca de las sequías extensas y lo que se puede hacer para sobrellevarlas, como la construcción de lagunas y tranques de agua extraída con molinos de viento, o transportada en pipas desde represas y ríos.
Pese a las nuevas tecnologías y la ayuda que recibe el Gobierno de fondos internacionales para el cuidado del ganado vacuno, se registró una pérdida del doble de la cantidad de ganado vacuno que había en Camagüey antes de 1959, por lo que el índice de leche fresca para abastecer al país bajó a un 22%, y de la carne ni hablemos.
El plan de inseminación artificial también es un chiste, tratando solo el 34% de las vacas y novillas en edad reproductiva, y de estas no se ordeña ni la mitad.
Otro problema producto de las circunstancias es el robo constante de los animales o de los subproductos que se elaboran a partir de ellos. Reportes oficiales revelan que en Camagüey hay noches en las que se roban entre 30 y 120 reses, y lo que sacan se vende todo en el mercado informal, con penas de siete o diez años de prisión sobre las cabezas de los infractores si son detectados.
Esta es, solo grosso modo, la “obra de la revolución cubana” en la ganadería vacuna.