La carne de res y el mercado negro en Cuba, una ganancia de miles de pesos a pena de pasar 20 años en prisión

Luisa del Llano

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Gobierno cubano aclara las condiciones que deben cumplir los campesinos que deseen vender carne de res: "Pueden darle a la hermana, pero no venderla en su casa"

Si de una comida peligrosa se puede hablar es de la carne de res, porque esta te puede enviar de forma directa a la cárcel por más de 20 años en Cuba.

Los pocos valientes que cuentan con el capital necesario y conocen de algún lugar donde se trapichée con el manjar, son los únicos afortunados en catarlo de vez en cuando (a no ser que se sea dirigente, claro).

Esta carne lleva más de un año completamente desaparecida de la red nacional de tiendas, gracias a la profunda escasez que enfrenta el país y, pese a que en Cuba hace décadas que uno no puede adquirir una cantidad suficiente de este alimento, al menos antes se podía conseguir.

El mercado negro lleva traficando con el producto más de medio siglo, por lo que sus trabajadores se han acostumbrado a evitar todo tipo de obstáculos que les impidan vender su mercancía.

Yosvani, quien cumplió una pena de 10 años de privación de libertad a finales de la década del 90 por comerciar con carne de res (cuando se empleaba como nevero de uno de los frigoríficos más grandes de La Habana, ubicado cerca del Reparto Eléctrico), explicó que esta era una situación semejante incluso a la de los carteles de drogas en México y Colombia.

Expuso que en los tiempos más difíciles, él y sus compañeros abrieron un túnel en la parte de atrás de las neveras para sacar las bolas de carne bien envueltas en muchísimas caps de naylon; otras veces optaban por meterlas dentro de un hueco justo afuera de las instalaciones para que alguien luego las sacara, y otras veces llamaban al carro que destupía las fosas (alegando tupición en la entidad) para sacar las bolas así.

Otro de los sancionados junto a Yosvani, Tomás, aseguró que todo el que trabajaba allí robaba, porque la hambruna del Período Especial era tan grande que no lo podían evitar.

Recordó que solían esconder carne en las botas de agua, los gorros y los abrigos que se debían poner para entrar a la instalación frigorífica. En ocasiones, rompieron las neveras para tener que trasladar la carne a otras naves y llevarse bastante mercancía en el proceso (dado que, en el lío, se podía decir que la carne era incomestible luego de tiempo sin frío). Incluso las autoridades y los policías se beneficiaban de las marañas.

El comercio ilícito de carne de res en la actualidad se ha actualizado a tales niveles que muy pocas veces es detectado por las fuerzas de orden.

En la isla no existe el concepto de propiedad privada para el ganado vacuno. Todos los animales, indiferentemente de dónde nacieron y fueron los criados los animales, pertenecen al Estado.

Con el objetivo de prevenir irregularidades, el Gobierno impone a los campesinos la obligación de un reconteo mensual auditado por el Ministerio de la Agricultura, lo que es preferible a los veinte años de privación de libertad a los transgresores. Para ello, los ganaderos han ideado maneras de burlar las legislaciones opresoras.

Un campesino de la provincia Mayabeque, Vicente, comentó sobre las tácticas que él conoce para obtener carne de aquellos animales sobre los cuales solo tienen derechos muy limitados.

Una de ellas es acordar con el veterinario para declarar menos terneros de los que nacen, cuyo principal inconveniente es que no se pueden reportar en el caso de que otra persona mate sin permiso uno de los animales clandestinos, o los atan cerca de las líneas ferroviarias para que el tren los golpee y la policía certifique que fue un accidente.

Otro ganadero, Ernesto, habló sobre otras prácticas habituales, como acordar con los matarifes para que todo quede como un robo, o con el veterinario para sacrificar un espécimen sano.

Además, explica que, para ocultar los rastros de la matanza clandestina, se las ingenian para vender toda la carne rápido o guardarla salada en tanque de fibrocemento escondido en el monte. Para deshacerse de los huesos o el cuero, que no se pueden quemar por el intenso olor que desprenden, hay quien utiliza una mezcla de cal viva y cloro en grandes volúmenes.

Y es que venderla, cocinarla o comerla se consideran actos clandestinos, en el intento de catar o sacar algún beneficio del manjar que representa la carne de res en el país.